AQUEL CAMPAMENTO VOLANTE
Ahora que muchos niños y jóvenes, tras unas semanas
de formación, convivencia y deleite en los campamentos de verano, han vuelto ya a sus casas contentos y felices
por las experiencias y conocimientos
adquiridos en plena naturaleza, me vienen a la memoria los campamentos nuestros
de 1954 y años posteriores, también en Riópar, donde aprendimos a medio-nadar,
orientarnos por las estellas y tantas
otras cosas, con once o doce años de edad.
Pero uno de
los mejores campamentos que recuerdo, fue de cuando ya no era niño, sino después, en
plena juventud floreciente, con 21 años
cumplidos. Fue el “Campamento volante
Virgen de los Llanos”, caminando en etapas desde Castellón hasta Tarragona, buscando
y acampando en las mejores playas turísticas por las que pasábamos, con los
permisos especiales de los gobernadores civiles para acordonar y delimitar
nuestro espacio de campamento con las tiendas de campaña montadas en la playa.
Estuvo convocado y realizado en el año 1963 desde Albacete capital, a través de la Delegación Provincial de la Organización
Juvenil Española, conmemorando el XIX centenario de la venida de San Pablo a
España. Iba de jefe de campamento José
Luis García Vázquez, cuatro años mayor que un servidor.
Participamos
en dicho campamento volante cinco jóvenes rodenses: Manuel Moreno, Juan Merlos,
Andrés Martínez, que eran unos años más jóvenes que yo, y Antonio Cebrián Villodre,
de mi curso y generación.
Al ser “volante”, se nos indicaba que nos iríamos desplazando a
través de un recorrido programado, andando y cargando con nuestras mochilas,
sacos de dormir, tiendas de campaña, etc.
en cada una de sus etapas (que, como
ya dije, terminaban casi todas en magníficas playas turísticas). Las distancias a recorrer diariamente
solían variar, y eran desde unos seis
hasta veintitantos kilómetros; aunque, paralelamente a nuestras caminatas,
viajaba nuestro cocinero en una furgoneta, donde iban los materiales, enseres,
etc. más necesarios y más pesados.
El 27 de
julio de 1963, salíamos a las cuatro de la madrugada desde
Albacete en autocar para Castellón, y una vez allí comenzamos la primera etapa
caminando, (Castellón- El Grao) que era la más cortita, “para hacer boca”
(4 kms.). La siguiente fue hasta
Benicasim (12 kms.); y cada día hacíamos andando la correspondiente: la 3ª,
Benicasim-Oropesa (7 kms.) en cuya playa estuvimos acampados dos días. Y
vinieron otras muchas etapas, algunas
fueron por la sierra: Alcocebre- Peñíscola (24 kms.); Peñíscola-
Benicarló (6 kms.); …y en todas, de playa a playa: Cambrils-Salou (13 kms.),
etc. etc. hasta que llegamos a Tarragona el día 9 de agosto y participamos en
varios “Actos del Jubileo Paulino”: una comunión general; una audiencia
especial en el palacio cardenalicio con el cardenal Arriba y Castro, …; y finalmente,
la vuelta a Albacete en ferrocarril el día once de agosto, dando por terminado aquel campamento volante inolvidable.
Con lo
jóvenes que éramos todos y el magnífico ambiente turístico que íbamos
encontrando al final de cada jornada y playa, no nos cansábamos de andar,
montar y desmontar las tiendas de
campaña, visitar las localidades donde llegábamos, etc. y, además, celebrar “un
fuego de campamento” todas las noches antes de recogernos a dormir en las tiendas, divirtiéndonos en mitad de la playa, rodeados
de turistas extranjeros aplaudiéndonos
las canciones, los chistes, las melodías con la guitarra, las anécdotas y
comentarios, y especialmente las actuaciones del “domador de elefantes” Manolo
Moreno y su elefante creado con mantas sobre dos compañeros “compinchados” que, al final de la doma y cuando menos se
esperaba el turista voluntario y colaborador inocente, el elefante travieso solía
hacerse “pis” encima del turista ( con agua de una botella oculta) levantando lentamente
una pata trasera y mojando considerablemente al voluntario tumbado en el suelo
mientras le pasaba por encima la mole
elefantil.
Ese era el mejor y más gracioso espectáculo de
nuestro “fuego de campamento”, riéndonos todos, turistas y nosotros, a carcajada limpia con Manolo Moreno, desnudo de
torso ( que le venía bien porque estaba quemado del sol abrasador y la ropa le
hacía daño) y con turbante en la cabeza, cual famoso domador de elefantes, dirigiendo muy serio la doma y gritándole al
animalito llamado “Moco”, que pasaba varias veces por encima del turista tumbado en el suelo, ignorando lo
que le esperaba al final.
Conservamos
aún en casa una carta del día 2 de agosto, de aquel 1963, desde Peñíscola,
dirigida a mis padres y hermanas, en donde les expresaba textualmente:
“…Manolo, el
hijo de “Samuel el de la imprenta”, es el verdadero animador de las fiestas
nocturnas o “fuegos de campamento …”
He recuperado dos fotos (y aunque muy malas de
enfoque y nitidez, son testimoniales) correspondientes a dos momentos de aquel
campamento: una caminando todos excepcionalmente ligeros de carga durante una
de las etapas; y en la otra foto, posamos juntos los cinco rodenses asistentes
al evento. Y somos, de pie, de izquierda a derecha del espectador: Andrés
Martínez, Manolo Moreno, Juan Merlos y Adolfo Martínez; y agachado, el primero
de la derecha del espectador es: Antonio
Cebrián Villodre (+).
Una mueca
sonriente de alegría y de nostalgia se dibujará siempre en nuestros rostros
al recordar aquel curioso y anecdótico
campamento volante de nuestra juventud, que
estuvo lleno de aventuras excepcionales y de risas desbordantes de felicidad.
Adolfo Martínez García
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