lunes, 10 de febrero de 2020



NUESTRAS VIDAS CONTINÚAN

   
Momentos que no volverán de una  tarde familiar con Carmen.
   Después de muchos días queriéndome  adaptar a la ausencia física de Carmen, (ya 52 días transcurridos), no lo he conseguido todavía; ¡y debo lograrlo!, aunque sea por la familia que  convive a mi alrededor y me abriga con su cariño, pues no quisiera que, por verme todavía desesperanzado e infeliz, se entristecieran mucho màs de lo que ya están.
   Para no transmitirles esas preocupaciones con mi prolongado  inconformismo y lejana adaptación, debo ser capaz de continuar mi vida como era antes de morir Carmen, con cierta ilusión en lo que haga y piense; aunque como suele decirse “por dentro vaya la procesión”:  Reanudando mis investigaciones o búsquedas sobre temas rodenses, que siempre me apasionan; continuando las últimas correcciones a dos libros que podían estar  ya publicados; escuchar música; esculpir la madera o la piedra que un día guardé para cuando estuviera jubilado; volver a pintar; o ir con más asiduidad a la parcela a podar los árboles, cuidar los animales, continuar las obras inacabadas, respirar a pleno pulmón los nítidos aires de aquellos pinos plantados hace tiempo…;  y seguir cerca de nuestros hijos, y hacerme el joven jugando con nuestros nietos. 
Actualmente con mis tres nietos, Carmen, Juan y Lucía.
Por ello he de encontrar el camino para resignarme y aceptar cuanto antes esta nueva y desgarradora situación del destino, sin estar Carmen presente físicamente.

   Como Ella decía:
   “Poco a poco” todo se solucionará. “Poco a poco; poco a poco”.

   ¡Recuperar la creatividad artística que aún pueda tener, y seguir adelante; aunque no tenga ganas, ni ilusión!  Porque Ella era el alimento de mi imaginación e inspiración; mi compañera, mi censora y consejera: ¡Mi todo!

   Pero también pienso que jamás querría Ella que yo, como cualquier otro miembro de la familia que formamos, enfermara de nostalgia, neurastenia o cualquier otro mal de la mente o del cuerpo. Imagino que, si Ella pudiera manifestarse, desearía vernos a todos felices y animados a continuar nuestros caminos, llevando su precioso recuerdo permanentemente presente en nuestro cerebro y corazón; aunque no pudiéramos evitar la tristeza de su fallecimiento.
   A mí, desearía verme activo, más conforme y comprensivo con este triste desenlace. Y con sus sabios y prudentes consejos, me haría ver lo afortunado y feliz que he sido a su lado, como Ella lo fue conmigo en los 41 años de matrimonio, con otro año más de ilusionante noviez formal, junto a aquel primero de buenos amigos enamorados desde una inolvidable “excursión a la nieve”.
  
Carmen y yo en Toledo, en el homenaje a los jubilados.
Y Ella llevaría toda la razón, ¡como siempre! Y es lo que debo pensar cuando me embargue la lógica tristeza y desconsuelo por su ausencia física:
   ¡¡Que fui muy afortunado de tenerla a mi lado de compañera, disfrutando de su amistad y amor, de su alegría, optimismo y enorme humanidad!!  Dios me lo permitió, hasta que quiso llevársela con El a otra dimensión espiritual o Cielo, sin llegar a darnos cuenta de sus divinos deseos. Y todo se cumplió rápido, dejándonos desolados.
   Como sé que a Ella, lo que más le gustaba recibir de mí como un regalo, eran mis escritos, cartas o algunos pretendidos e improvisados poemas que me inspiraban sus ojos verdes o su corazón inmenso, ¡le quiero seguir escribiendo!
  
Dibujo a bolígrafo que  encabezaba una de aquellas cartas.
Cuando nos salía el tema de los escritos ante alguna próxima onomástica  suya, siempre me recordaba un poema mío que le gustaba muchísimo y había memorizado desde nuestros primeros años de enamoramiento. Una noche, tras su fallecimiento, me vino a la memoria aquel poema que tanto repetía ella con cariño, una y otra vez; pero aunque había sido yo el creador del mismo, sólo recordaba fielmente dos últimos versos:

 “…que forme pareja contigo
       en un delicioso rincón”.

    Y aunque podría haberme reinventado los versos que faltaban, quise ser fiel a su memoria, ya que había sido su poema preferido, y lo busqué durante casi toda la noche entre sus papeles, que eran mis cartas y dibujos de tantas felicitaciones y años. Tardé bastante tiempo porque volvía a leer todo, recreándome; pero no estaba allí aquel poema. Y no podía irme a la cama a dormir, aunque eran las tantas de la madrugada, dejando así la búsqueda del poema. Entonces como si Ella me hubiera recordado otro posible lugar me vino la idea de buscar arriba del armario de nuestra alcoba, levantando pacientemente todo lo que había encima y estaba tapado con un largo plástico. Y…, otra gran carpeta apareció llena de muchas más epístolas y dibujos míos. Fui pasando los folios despacio y pronto di con los versos buscados. ¡Allí estaba el poema con mi letra y un dibujo que le hice de un clavel humanizado con ojos y boca simulados, frente a una silueta de joven y bella mujer, Ella. Me sentí inmensamente feliz, y  dentro estaba manuscrito:

                      Clavel rojo, flor:
Busca la rosa de oro y trigo,
que es torbellino de amor,
y dile suave al oído
que forme pareja contigo
en un delicioso rincón.

   Y, si..., así, leyendo lo que yo le escribía en fechas señaladas,  la vi siempre feliz y soñadora, quiero imaginar que, hoy, podría volver a serlo, si viviera y pudiera leer estas palabras más calmadas, esperanzadas y conformes con nuestro destino; aunque siempre impregnadas de la romántica nostalgia que siento y el inmenso amor que le profesé y le profesaré mientras mi mente recuerde y mi corazón palpite.
                                
ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA

  NUEVAMENTE LLEGÓ TU CUMPLEAÑOS  Con flores, lilas silvestres, con versos, libros, pensamientos en miles de recuerdos..., vuelves a ser la ...