sábado, 18 de enero de 2020

¡CARMEN!
 Agradecemos vuestras palabras de consuelo y detalles de solidaridad que nos habéis dado  ante el fallecimiento de Carmen. Hasta ahora no había tenido fuerzas para daros las gracias. Fueron horas terribles que nos parecían  a todos mentira. 


Yo, su compañero y esposo, no dejo de llorar como un niño cada vez que la tengo presente en la mente, que es a casi todas horas. Aunque procuro contenerme ante quienes se paran a mi lado y me hablan dándome sus condolencias y mostrando su sorpresa por lo sucedido. Me preguntan cómo ha sido posible la muerte de Carmen, tan rápidamente, sin saber qué le había sucedido, pues, habitualmente la solían ver junto a mí, comprando por las tiendas de la Plaza Mayor, paseando o tomando algo en alguna cafetería de la localidad, llevando o trayendo a los dos nietos al colegio o a la guardería… Pero, a veces, no he podido remediarlo: me asaltaba una enorme pena y explotaba en sollozos de emoción. Sollozos que se convertían en un llanto amargo que me impedía hablar y, sin consuelo, destrozado por dentro, me marchaba emocionado sin despedirme ni disculparme.

Carmen está en mis recuerdos constantemente. Cualquier rincón de nuestra casa o de nuestro barrio me sugieren hermosas imágenes de escenas vividas a su lado. Y no me hago todavía a la idea de haberla perdido para siempre.
(Fotograma de tomavistas Súper-8). Del viaje de novios.

 
  Todos estos días he sentido  una extraña sensación, como que Carmen estaría comprando algo, igual que había hecho siempre: el pan, o cualquier alimento que le faltara en la cocina,  pero pronto volvería, como había ocurrido antes. Y en otros instantes, se me desvelaba la  cruel verdad y, entonces, mi amargura  y soledad las siento  con dolor muy profundo, oscureciéndose mis pensamientos y humedeciéndose  mis ojos con lágrimas ácidas, sin consuelo.

   Ahora es la madrugada del sábado, 18 de enero de 2020. Ya hace treinta días que falleció, y  veintinueve que recibió sepultura. Desde esta última fecha,  no he dejado de ir ni un  sólo día al lugar en donde quedó. En cada atardecer, y antes que el reloj marque las seis, que es cuando cierran las puertas exteriores del cementerio,  me quedo un rato frente al lugar donde está sin vida, y la recuerdo mil veces junto a mí, bien de joven o de más mayor, siempre divertida, atractiva, lista, cariñosa y simpática … Buena madre, esposa, hermana, amantísima de los dos nietos que la conocieron: Carmen, de cinco años, y Juan de tres; porque  Lucía, la hija de Fuen y Jesús, ha nacido felizmente hace  once días y Carmen ya no estaba. Y era muy querida de sus otros familiares: sobrinos, primos, cuñadas… y amigos. Un ser irrepetible, bondadoso, y muy solidario, a la que amé y amaré siempre.
(Fotograma tomavistas Súper-8). Del viaje de novios.

   Allí, de pie, ante  ella, aunque me parece un mal sueño y horrible pesadilla de la que quisiera despertar,  recuerdo nuestra vida, desde aquella inolvidable excursión a la nieve en las tierras de Segovia, donde nos conocimos, hasta los recientes y tristes días en los que la perdí irremediablemente.  Y allí,  mirando  su nombre impreso en la esquela  grapada en el yeso, o buscándola  otras veces en el azul del cielo que envuelve aquel doloroso lugar, reflexiono sin consuelo  sobre la vida y la muerte.

   Siempre deseo comunicarle algo, decirle lo que la añoro y la quiero, como si  ella me pudiese oír e incluso ver; y así,  estas visitas en el ocaso de las tardes, parecen causarme un cierto  consuelo y desahogo en mi dolor; aunque, bien sé, que el cuerpo allí yace y es imposible poder activar alguno de sus sentidos muertos, pues ella, sus órganos, su piel, o su cerebro se apagaron para siempre el día 19 de diciembre de 2019, cuando todavía la tenía entre mis brazos animándola a despertar de su último desmayo, ─que fue una parada cardio-respiratoria por pura debilidad tras tres semanas sin comer y apenas beber─, y que tampoco los médicos y otros expertos pudieron despertarla de aquel último sueño de eternidad.
(Fotograma tomavistas S-8) De  la excursión donde nos conocimos.

 
  Cuántas veces he creído y también he dudado si es posible que tantísimas personas que yacen allí, pudieran seguir existiendo espiritualmente cerca de los que vivimos, en aquel mismo lugar donde permanecen sus cuerpos, o  lejos, en otros sitios, tal vez en otra dimensión, Universo, Paraíso, Cielo, o Limbo.
   Las religiones quieren salvar esos crueles pensamientos negativos o dudas, y nos enseñan y ayudan con sus verdades y promesas que sólo se mantienen y transmiten por medio de la fe.  

   Sé que su querido cuerpo yace aquí; pero su alma, su espíritu, esa parte intangible que, desde niños, nos enseñaron su existencia nuestros mayores: padres, maestros  y  sacerdotes, ¿dónde está ahora?
   Aunque, enseguida contestemos igual que le decimos a los nietos cuando nos preguntan lo mismo:
   ─¡Está en el Cielo!
    Pero también... ¿Cerca de nosotros? ¿Cerca de  quienes la amamos y respetamos? ¿Visitando los lugares felices de su vida terrenal? ¿Más allá de las estrellas, con Dios? …
   ¡Seguro, sí que está  en nuestra mente y en nuestro corazón cada vez que la recordamos “a todas horas”, todos los días!
Carmen en la excursión donde nos conocimos.

   Alguna vez, aunque pasen siglos y siglos, los científicos podrán demostrar que esa parte espiritual, inmaterial, de energía existente en nosotros mismos y que llamamos alma o espíritu, tiene que tener una conexión desconocida con nuestros pensamientos, con nuestras células y sus ínfimas partículas, con sus moléculas y átomos. Y existirá una explicación científica del desprendimiento o expulsión al exterior del cuerpo de esa  parte espiritual o alma, de esa energía inmersa en las células humanas, como almacenada en pensamientos y sentimientos vividos, y que, una vez muertas las células, esa energía  o alma, invisible e inmaterial, se desprende del cuerpo hacia el infinito, como surgen y salen los pensamientos de la mente. Tal vez, tenga que ver con el electromagnetismo, la luz… la física cuántica, o  la química, aunque ahora no tengamos nada más que la fe para imaginarlo.
 
De nuestra boda, el 12 de agosto de 1978.
  En mi ansiedad por saber de Carmen, y no volverme loco  de desesperación, de tristeza y amargura, 
quiero y deseo creerme todas las enseñanzas buenas y positivas sobre el Cielo, que me podrán ayudar a soportar esta soledad  ante la eterna ausencia terrenal de Carmen.  Creer y saber que existe ese alma espiritual dentro de nuestro ser  y que al morir nuestro cuerpo y quedar finalmente como polvo en la tierra, la otra parte espiritual llamada alma, como desconocida energía,  sigue existiendo en otra dimensión, estado o lugar que los católicos llamamos Cielo.
   No ceso de pensar en ella, y desearía saber más de su paz inmensa, de su luz y contemplación celestial y divina; saber si puede estar algún instante junto a cualquier familiar que la recuerde  y la quiera; si puede visitar o permanecer ocasionalmente en los habitáculos en donde fue inmensamente feliz alguna vez; si acompaña espiritualmente  a sus hijos, Toñi, Adolfo y Fuensanta en el trabajo o en sus hogares; lo mismo que  a sus nietos, Carmen, Juan y Lucía. Y poder  creer que está algunas veces junto a mí, su esposo y compañero, que tanto la quise y la quiero, animándome mentalmente en mi vida  con su optimismo y alegría.
Deseo que esté espiritualmente muy cerca, aunque nunca la oiga,  ni la vea.¡ Yo, al menos, así necesito creerlo!  ¡Pensar que también puede estar a mi lado, que me ve y escucha, y dulcifica mi vida y mis pensamientos!

   Así, siempre podré hablarle con la voz o con  la mente. ¡Así me sentiré mucho mejor! Me consolaré en esta autodefensa de mi propio cerebro y, seguramente, ella pueda venir  a mí alguna vez en los dulces sueños, acompañándome en mis largas noches, pudiendo  verla en la mente, tocando mis pensamientos su imagen fugaz con el amor y el respeto que siempre le tuve. ¡Y seré muy feliz de nuevo, soñando ensimismado con ella; y tan enamorado como siempre lo estuve, lo estoy y lo estaré!... Escuchando el melodioso susurro de sus sagrados labios, volviendo a decirme aquel bello ¡Te quiero! 
      
                                                                          ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA

  NUEVAMENTE LLEGÓ TU CUMPLEAÑOS  Con flores, lilas silvestres, con versos, libros, pensamientos en miles de recuerdos..., vuelves a ser la ...