domingo, 14 de septiembre de 2025

 

     UNA CARROZA Y UNA BODA ENTRAÑABLES       

Qué contraste de sentimientos he experimentado  recientemente, entre alegrías y nostalgias, al contemplar una ignorada fotografía de hace 51 años, proporcionada por nuestra  buena amiga Puri Carrasco Giménez, en donde aparecemos bien jóvenes, entre otras personas, parte del magnífico grupo de amigas y amigos que  hicimos realidad el proyecto de una artística carroza para la reina de las fiestas del año 1973, Mari Luz Aguirre, que era una componente más  de aquel grupo de jóvenes amigos.


   Como muestra la fotografía, estamos acompañando y  celebrando la boda de nuestros  amigos  Ana y Daniel, profesores del entonces Instituto Mixto de Enseñanza Secundaria de La Roda, cuyo evento ocurrió en la localidad de Bonete el día 31 de agosto de 1974; (queremos recordar que esta   fue la fecha de la boda y de la foto, y si no fuera así, corregidme en un comentario quienes también estuvisteis allí y lo recordéis mejor, por favor).

   La memoria busca en los recónditos rincones de nuestras neuronas aquellos recuerdos e imágenes lejanas y queridas  de la boda mencionada; y unas personas, a pesar del tiempo transcurrido, las tendrán todavía algo nítidas y asequibles; mientras otras las tenemos algo confusas y más difíciles de rescatar. Aunque al situarnos correctamente en el tiempo, suelen fluir paulatinamente los  recuerdos de entonces:

   Antonio Monsalve, Antonio Grande y un servidor, estábamos en aquella maravillosa  pandilla  de chicas y chicos más jóvenes que nosotros, porque el gran e inolvidable Agustín Merlos era amigo de todos, y al estar nosotros habitualmente con él por las mismas aficiones y gustos, como la caza menor con perro, la pesca con caña, la búsqueda de setas, el amor a la naturaleza,  la música, el rodeñismo…etc. que  nos unían fuertemente a él,  él nos  unía con todos los demás. Y solíamos juntarnos habitualmente por los atardeceres para hablar y divertirnos sanamente en una pequeña y coqueta  cafetería de entonces. llamada “Nidos”.

    Casi todas las tardes nos pasábamos por allí; y al llegar Agustín, todo eran risas con sus ocurrencias y siempre “buenos rollos” como suele decirse ahora. La juventud, la libertad, la gracia y solera de aquella inolvidable  pandilla de amigas y amigos, hacía inmensamente agradable y esperanzada la vida de todos nosotros.

   Especialmente, Agustín nos convenció a todos para que aquel verano de 1973 le hiciéramos a su prima Mari Luz  la carroza  de reina de las fiestas patronales.  Nos comprometimos seriamente a crearla  y aquel verano trabajamos “de lo lindo”, aunque también tuvimos ratos de descansos y deleites con dulces y frescas “palomas” y “cuervas” nocturnas,  de muchas risas, de  escapadas al río Júcar o al pantano de Alarcón, de luchas contra el tiempo cuando ya se acercaban las fiestas; de poses escultóricas del torso desnudo de Agustín entre risitas, modelándolo para cuatro cariátides que sostendrían el trono; y otras poses “gatunas”  para hacer unos fieros  felinos como panteras protectoras de la reina Mari Luz.

   Hoy, recordar aquellos grandiosos o sencillos buenos ratos, como los de la carroza, o como los de la boda de Ana y Daniel un año después, cuando entonces la mayoría de la pandilla tenían veintiuno o poco más de años (y nosotros tres, una decena más), nos produce cierta nostalgia entre una gran alegría y satisfacción por haber sido partícipes solidarios en la desinteresada creación de una carroza artística para una amiga; o de haber sido acompañantes y testigos del amor de Ana y Daniel en su boda;  y siempre nos sentiremos felices de haber vivido aquellas experiencias de sana juventud.  Pero también no podemos dejar de sentirnos impotentes y tristes, muy emocionados, al recordar que ya no están físicamente  entre nosotros, Agustín Merlos,  Antonio Monsalve y Purificación Escribano.

   Sólo tenemos recuerdos hermosos y entrañables de aquella pandilla inolvidable  y maravillosa de chicas y chicos que, aunque cada uno siguiera después de estos dos eventos su camino, todavía quedan inamovibles e imborrables en nuestros corazones la entrañable amistad, el cariño y los recuerdos. (Por aquellos primeros años de la década setenta, yo todavía no había conocido a Carmen Talavera Zorrilla, con la que me casaría felizmente cuatro años después).

Adolfo Martínez García

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