miércoles, 3 de septiembre de 2025

 

             AQUEL CAMPAMENTO VOLANTE

Ahora que muchos niños y jóvenes, tras unas semanas de formación, convivencia y deleite en los campamentos de verano,  han vuelto ya a sus casas contentos y felices por las experiencias  y conocimientos adquiridos en plena naturaleza,   me vienen a la memoria los campamentos nuestros de 1954 y años posteriores,  también  en Riópar, donde aprendimos a medio-nadar, orientarnos por las estellas  y tantas otras cosas, con once o doce años de edad.

   Pero uno de los mejores campamentos que recuerdo,  fue de cuando ya no era niño, sino después, en plena  juventud floreciente, con 21 años cumplidos.  Fue el “Campamento volante Virgen de los Llanos”, caminando en etapas desde Castellón hasta Tarragona, buscando y acampando en las mejores playas turísticas por las que pasábamos, con los permisos especiales de los gobernadores civiles para acordonar y delimitar nuestro espacio de campamento con las tiendas de campaña montadas en la playa. Estuvo convocado y realizado en el año 1963 desde Albacete capital,  a través de la Delegación Provincial de la Organización Juvenil Española, conmemorando el XIX centenario de la venida de San Pablo a España. Iba de jefe de campamento José  Luis García Vázquez, cuatro años mayor que un servidor.


   Participamos en dicho campamento volante cinco jóvenes rodenses: Manuel Moreno, Juan Merlos, Andrés Martínez, que eran unos años más jóvenes que yo, y Antonio Cebrián Villodre, de mi curso y generación.

   Al ser “volante”,  se nos indicaba que nos iríamos desplazando a través de un recorrido programado, andando y cargando con nuestras mochilas, sacos de dormir, tiendas de campaña, etc.  en cada una de sus etapas (que,  como ya dije, terminaban casi todas en magníficas  playas turísticas). Las distancias a recorrer diariamente solían variar, y eran  desde unos seis hasta veintitantos kilómetros; aunque, paralelamente a nuestras caminatas, viajaba nuestro cocinero en una furgoneta, donde iban los materiales, enseres, etc. más necesarios y más pesados.

   El 27 de julio de 1963, salíamos a las cuatro de la madrugada   desde Albacete en autocar para Castellón, y una vez allí comenzamos la primera etapa caminando, (Castellón- El Grao) que era la más cortita, “para hacer boca” (4  kms.). La siguiente fue hasta Benicasim (12 kms.); y cada día hacíamos andando la correspondiente: la 3ª, Benicasim-Oropesa (7 kms.) en cuya playa estuvimos acampados dos días. Y vinieron otras muchas etapas, algunas  fueron por la sierra: Alcocebre- Peñíscola (24 kms.); Peñíscola- Benicarló (6 kms.); …y en todas, de playa a playa: Cambrils-Salou (13 kms.), etc. etc. hasta que llegamos a Tarragona el día 9 de agosto y participamos en varios “Actos del Jubileo Paulino”: una comunión general; una audiencia especial en el palacio cardenalicio con el cardenal Arriba y Castro, …; y finalmente, la vuelta a Albacete en ferrocarril el día once de agosto, dando por terminado  aquel campamento volante inolvidable.

    Con lo jóvenes que éramos todos y el magnífico ambiente turístico que íbamos encontrando al final de cada jornada y playa, no nos cansábamos de andar, montar y  desmontar las tiendas de campaña, visitar las localidades donde llegábamos, etc. y, además, celebrar “un fuego de campamento” todas las noches antes de recogernos a dormir en las tiendas,  divirtiéndonos en mitad de la playa, rodeados de turistas extranjeros  aplaudiéndonos las canciones, los chistes, las melodías con la guitarra, las anécdotas y comentarios, y especialmente las actuaciones del “domador de elefantes” Manolo Moreno y su elefante creado con mantas sobre dos compañeros “compinchados”  que, al final de la doma y cuando menos se esperaba el turista voluntario y colaborador inocente, el elefante travieso solía hacerse “pis” encima del turista ( con agua de una botella oculta) levantando lentamente una pata trasera y mojando considerablemente al voluntario tumbado en el suelo mientras  le pasaba por encima la mole elefantil.

    Ese era el mejor y más gracioso espectáculo de nuestro “fuego de campamento”, riéndonos todos, turistas y nosotros, a  carcajada limpia con Manolo Moreno, desnudo de torso ( que le venía bien porque estaba quemado del sol abrasador y la ropa le hacía daño) y con turbante en la cabeza, cual famoso domador de elefantes,  dirigiendo muy serio la doma y gritándole al animalito llamado “Moco”, que pasaba varias veces por encima  del turista tumbado en el suelo, ignorando lo que le esperaba al final.  

   Conservamos aún en casa una carta del día 2 de agosto, de aquel 1963, desde Peñíscola, dirigida a mis padres y hermanas, en donde les expresaba textualmente:

 “…Manolo, el hijo de “Samuel el de la imprenta”, es el verdadero animador de las fiestas nocturnas o “fuegos de campamento …”

    He recuperado dos fotos (y aunque muy malas de enfoque y nitidez, son testimoniales) correspondientes a dos momentos de aquel campamento: una caminando todos excepcionalmente ligeros de carga durante una de las etapas; y en la otra foto, posamos juntos los cinco rodenses asistentes al evento. Y somos, de pie, de izquierda a derecha del espectador: Andrés Martínez, Manolo Moreno, Juan Merlos y Adolfo Martínez; y agachado, el primero de la derecha del espectador es:  Antonio Cebrián Villodre (+).

   Una mueca sonriente de alegría y de nostalgia se dibujará siempre en nuestros rostros al  recordar aquel curioso y anecdótico campamento  volante de nuestra juventud, que estuvo lleno de aventuras excepcionales y de risas desbordantes de felicidad.

Adolfo Martínez García

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