sábado, 16 de agosto de 2025

 

UNA TARDE DE AGOSTO

Entre el susurro monótono del agua saliendo fuertemente por los impulsores de la coqueta piscina familiar;  con el pasajero y ocasional aleteo de los pájaros rondando los frondosos olivos con  nidos y polluelos; igual que otras aves posadas en los cipreses que contornean la parcela; casi desnudo, expuesto al aire y al sol, y medio dormido, con el rutinario vagar de mis miradas perdidas por el verde paisaje  de árboles y arbustos  que adornan la siesta, se escapan de mis labios sonrientes y perezosos, pero esperanzados, dos sílabas preciosas que se unen al paisaje de este atardecer veraniego: CAR-MEN.



   E inconscientemente se repiten las mismas sílabas con anhelo, mientras se me aceleran las pulsaciones del corazón  y recorre por mi piel una sensación entrañable de dulzura y de paz: CAR-MEN.

   Al paisaje y al bienestar de la tarde sólo le faltaba ella; y mi mente quiere traerla, traerla de nuevo otra vez, como cada día, en cada instante; porque si estoy ahora donde estoy e hice lo que hice,( esta pequeña piscina en el campo y en la parcela que es un trozo de tierra  que fue de su abuelo),  es gracias a Carmen. Cuando decidí hacer aquella obra le pareció bien, y me animó mucho para hacerla.

   -Ten cuidado con los viejos olivos, que no se estropeen que los plantó mi abuelo- me dijo insistentemente.

   Nunca me dijo no a cuanto proyecté. Ella quería verme feliz para serlo también a su vez. Por eso mismo, porque gracias a ella está todo hecho y podemos disfrutarlo , por eso y por todo, me estoy acordando de ella y la traigo una vez más junto a mí, con su recuerdo atractivo y cariñoso, hasta este paisaje silvestre en donde seguirá siendo la reina de mis pensamientos.

   Y así, ella llega. Mi mente y mi corazón la sueñan juntos y la traen aquí, ahora. Se abre la puerta de oro de los recuerdos y durante unos minutos parece  endulzarse  el aire y la yerba; el agua resplandece burbujeante  en ondas silenciosas y los gorjeos de los pajarillos con sus madres se atenúan o callan respetuosos. Pasamos unos instantes felices en el pensamiento: su juventud, su bondad, su cariño, su amor, todo su ser fue recordado en unos minutos preciosos.  Ella y yo otra vez juntos y enamorados.

-Si vieras realmente la obra terminada…¡Es un pequeño paraíso de paz y frescor!- me dije mentalmente que le podría haber dicho a ella, si la imagen mental que yo imaginaba,  fuera  físicamente real.

   El paisaje rural se enriqueció con su recuerdo, con su sonrisa atractiva y soñadora. Es como si estuviera aquí delante, etérea en el aire cálido de esta tarde de agosto; entre el murmullo depurador del agua aprisionada y el volar de las aves regresando cansadas a su hogar.

   Pero pasan los minutos, y está oscureciendo paulatinamente, hay menos luz,  el Sol ya ha desaparecido entre los olivos y cipreses más alejados de la parcela. Llegará pronto la noche y salpicarán las estrellas el cielo invitándonos otra vez a soñar. Es ya tarde. Recojo mis cosas, me cambio, apago la depuradora y me voy. Pero mis labios sosegados y nostálgicos, inconscientemente, vuelven a sonreír y a repetir las dos sílabas queridas y mágicas: CAR-MEN, porque mirando  al firmamento estrellado, tal vez, ella me siguiera acompañando llena de felicidad.

Adolfo Martínez García


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  UNA TARDE DE AGOSTO Entre el susurro monótono del agua saliendo fuertemente por los impulsores de la coqueta piscina familiar;   con el ...