jueves, 21 de agosto de 2025

 

LA MÚSICA, ESTIMULANTE DE LOS RECUERDOS

Seguramente que todos hemos sentido la experiencia de tener viejos recuerdos  que nos vienen de improviso, asociados y motivados  especialmente con la audición de alguna canción  o melodía determinada. Y cuando escuchamos “esa específica canción”… automáticamente surgen esos entrañables recuerdos casi olvidados, porque están asociados íntima y musicalmente en nuestro cerebro.

   A cada persona le ocurrirá de una manera diferente esa asociación de estímulos musicales y recuerdos. Por ejemplo a mí, me ha ocurrido recientemente, y ha sido repasando una selección de canciones grabadas en un pequeño reproductor mp3, al escuchar la bonita canción “El mundo”, cantada  por Jimmy Fontana, que estuvo de moda por los años de 1967 y que solíamos escuchar casi a diario en la televisión, radio… o en aquellas grandes consolas-gramolas de los bares,  que  reproducían los discos  contenidos en su interior. Dichas máquinas estaban en algunos  restaurantes y bares del pueblo y,  tras introducir unas monedas de las entonces pesetas y pulsar el correspondiente botón selector del disco, lo podías escuchar junto al resto de personas presentes. Y es una pena que ya no se encuentren fácilmente.



   Al  escuchar la canción ya mencionada, me vino a la memoria la existencia de aquel pequeño local y bar de juventud que hubo en la ahora calle Castelar, donde se ubicaba el club juvenil “Roda Joven”, que en los domingos, más en los días de fiesta, solían frecuentar pandillas de chicas y chicos, conversando y tomándose algún refrigerio; y recuerdo que, por aquellos años de 1967, solía ir un rato a tomarme alguna cerveza en la barra, mientras ponía y escuchaba una de las últimas canciones que su moderna gramola  nos ofrecía.  Casi siempre, me gustaba elegir  “El mundo” y también  otras veces “San Francisco”, interpretado por “Los Mustang”; ambas estaban muy de moda por entonces; hace ya cincuenta y ocho veranos,  cuando yo era un joven de 25 años.

   Por tal motivo, aunque han pasado muchas decenas de años,  cuando  oigo de nuevo esas determinadas canciones de entonces,  vuelven los mismos recuerdos de aquel bar y club  “Roda Joven” de 1967; y con todo ello, por la misma asociación de ideas, recuerdo a los entonces jóvenes, dinámicos y modernos curas llegados no hacía mucho a La Roda: don José Luis  García Cañada y don Victoriano Navarro Asín,  promotores principales de la creación de aquel magnífico y oportuno club de jóvenes,  que tanto bien hizo entre la juventud rodense.

   Y  podrán repetirse otras asociaciones parecidas de recuerdos con otros estímulos musicales  de otras canciones, por ejemplo en mi caso: la canción “Arrivederchi María” interpretada por Santiago y su orquesta, asociada con los bailes  en la pista municipal durante las fiestas patronales de agosto y, claro, bailando con Carmen; o la canción “Todos los chicos y chicas…” cantada por Fransoise Hardy me recuerdan inmediatamente las clases de guitarra que daba en mi casa en los primeros años de mi matrimonio , donde enseñaba esta canción con sus cambiantes acordes melódicos; o la adaptación bailable y moderna de la canción mejicana “No volveré”, cantada  por el grupo “Trinidad” me recuerda los bailes magníficos del inolvidable Castilla Park; etc. etc. ( Recordando aquellas tardes  maravillosas de los domingos en el Castilla Park, creé este dibujo que ilustra  mi artículo).

   Si lo piensan, todos tendrán parecidas asociaciones de ciertas canciones con determinados recuerdos. Nuestro cerebro nos guarda y custodia estas técnicas asociativas que, con ellas, también nos traen las alegrías y las nostalgias de nuestros años pasados e irrecuperables.

Adolfo Martínez García 

sábado, 16 de agosto de 2025

 

UNA TARDE DE AGOSTO

Entre el susurro monótono del agua saliendo fuertemente por los impulsores de la coqueta piscina familiar;  con el pasajero y ocasional aleteo de los pájaros rondando los frondosos olivos con  nidos y polluelos; igual que otras aves posadas en los cipreses que contornean la parcela; casi desnudo, expuesto al aire y al sol, y medio dormido, con el rutinario vagar de mis miradas perdidas por el verde paisaje  de árboles y arbustos  que adornan la siesta, se escapan de mis labios sonrientes y perezosos, pero esperanzados, dos sílabas preciosas que se unen al paisaje de este atardecer veraniego: CAR-MEN.



   E inconscientemente se repiten las mismas sílabas con anhelo, mientras se me aceleran las pulsaciones del corazón  y recorre por mi piel una sensación entrañable de dulzura y de paz: CAR-MEN.

   Al paisaje y al bienestar de la tarde sólo le faltaba ella; y mi mente quiere traerla, traerla de nuevo otra vez, como cada día, en cada instante; porque si estoy ahora donde estoy e hice lo que hice,( esta pequeña piscina en el campo y en la parcela que es un trozo de tierra  que fue de su abuelo),  es gracias a Carmen. Cuando decidí hacer aquella obra le pareció bien, y me animó mucho para hacerla.

   -Ten cuidado con los viejos olivos, que no se estropeen que los plantó mi abuelo- me dijo insistentemente.

   Nunca me dijo no a cuanto proyecté. Ella quería verme feliz para serlo también a su vez. Por eso mismo, porque gracias a ella está todo hecho y podemos disfrutarlo , por eso y por todo, me estoy acordando de ella y la traigo una vez más junto a mí, con su recuerdo atractivo y cariñoso, hasta este paisaje silvestre en donde seguirá siendo la reina de mis pensamientos.

   Y así, ella llega. Mi mente y mi corazón la sueñan juntos y la traen aquí, ahora. Se abre la puerta de oro de los recuerdos y durante unos minutos parece  endulzarse  el aire y la yerba; el agua resplandece burbujeante  en ondas silenciosas y los gorjeos de los pajarillos con sus madres se atenúan o callan respetuosos. Pasamos unos instantes felices en el pensamiento: su juventud, su bondad, su cariño, su amor, todo su ser fue recordado en unos minutos preciosos.  Ella y yo otra vez juntos y enamorados.

-Si vieras realmente la obra terminada…¡Es un pequeño paraíso de paz y frescor!- me dije mentalmente que le podría haber dicho a ella, si la imagen mental que yo imaginaba,  fuera  físicamente real.

   El paisaje rural se enriqueció con su recuerdo, con su sonrisa atractiva y soñadora. Es como si estuviera aquí delante, etérea en el aire cálido de esta tarde de agosto; entre el murmullo depurador del agua aprisionada y el volar de las aves regresando cansadas a su hogar.

   Pero pasan los minutos, y está oscureciendo paulatinamente, hay menos luz,  el Sol ya ha desaparecido entre los olivos y cipreses más alejados de la parcela. Llegará pronto la noche y salpicarán las estrellas el cielo invitándonos otra vez a soñar. Es ya tarde. Recojo mis cosas, me cambio, apago la depuradora y me voy. Pero mis labios sosegados y nostálgicos, inconscientemente, vuelven a sonreír y a repetir las dos sílabas queridas y mágicas: CAR-MEN, porque mirando  al firmamento estrellado, tal vez, ella me siguiera acompañando llena de felicidad.

Adolfo Martínez García


martes, 12 de agosto de 2025

 

            COMO ESTA  TARDE… HACE 47 AÑOS

No se me olvida, no se me podrá olvidar jamás: Aquella tarde fue el inicio  de una nueva y maravillosa vida  llena de amor y esperanzas, de ilusiones y sueños que se irían convirtiendo en  realidades. Aquel 12 de agosto de 1998, en una tarde como la de hoy, nos casábamos Carmen y yo en nuestra iglesia parroquial El Salvador. Quisimos iniciar el mejor sueño de nuestras vidas, la mayor ilusión y responsabilidad imaginadas, nuestra última aventura juntos, como sería compartir nuestra existencia, nuestras vidas y almas juntas para siempre,  con nuestras posibles penas y alegrías,  certezas  o desaciertos, luchas,  éxitos o fracasos;  compartiríamos todo lo bueno y lo malo que nos trajera la vida futura; y así fue durante 41 años de matrimonio.



   Y después de marcharse ella de este mundo, tan temprano, sin haber imaginado siquiera que podría ocurrir,  cada año, en esta fecha tan solemne para ambos, vuelvo a recordarla con inmenso cariño, amor y veneración, como la recuerdan el resto de su familia, amigas y amigos.

Adolfo Martínez García

jueves, 7 de agosto de 2025

 

             SIEMPRE SE APRENDE ALGO NUEVO

Tal vez, a algunos rodenses o vecinos en general, les pase lo mismo que me ha pasado a mí, y no estén totalmente informados de algunos homenajes y temas rodenses que ya pasaron; pero hubo quienes no llegamos a conocerlos plenamente, y pudo ser por nuestro propio despiste, o porque no nos llegaran esas noticias en su día por los motivos que fueren, y personalmente lo siento mucho. Lo cierto es que  me he  enterado ahora de algo que ignoraba. “Más vale tarde que nunca” como suele decirse, y ojalá después de leer este artículo, su contenido sirva para informar a otros que estén en mi misma situación.



   Leyendo la información contenida en el nuevo e interesante plano turístico de La Roda, que está contenido en un pliego de papel impreso de 32 x 45´5 cms. editado recientemente por la Concejalía de Turismo del Excmo. Ayuntamiento de La Roda, con el título “La Roda. Recursos turísticos”, edición 2025, cuya presentación  fue hecha por nuestro alcalde Juan Ramón Amores y la concejala de turismo María Ángeles García el pasado martes día 29 de julio de 2025 y viene publicada en La Tribuna de Albacete del jueves 30 de julio, me ha llamado muchísimo la atención leer en el apartado “Puntos de interés”, la palabra alemana “Stolpersteine”, que entre paréntesis lleva la explicación de ser un “homenaje a los rodenses apresados en los campos de concentración nazis”.(Hechos ocurridos en los años de la “Segunda Guerra Mundial”).

    Memorizando el paraje urbano donde se indica que está ubicado dicho homenaje, como no recordaba que hubiese allí monumento alguno llamativo y fácilmente visible, en plena hora de la siesta,  decidí bajar al principio del paseo, a la izquierda, en la acera frente al bar Molina, donde más o menos se indicaba que estaba tal “stolpersteine”, para encontrarlo y conocerlo.

   Pero antes, para tener una mínima idea de lo que aquella palabra alemana significaba en castellano y que yo debía buscar e identificar, me documenté convenientemente. Por lo tanto,  cuando bajé a “La Miliaria”, ya sabía que debía buscar algunos adoquines especiales de 10x10 cms. con una placa metálica inscrita sobre la cara superior del adoquín, y que era una idea y creación del artista alemán Gunter Demnig que él mismo puso en práctica el año 1992.

   Supe que el  nombre alemán del adoquín significa en castellano “piedra de tropiezo” y, metafóricamente hablando, indica que nos tropezamos o encontramos con la piedra y nos detenemos para leer su inscripción: “En La Roda vivió…” y se mencionan los datos personales de tal persona,  cuándo fue deportado, el campo de concentración, su muerte, etc. Todo ello es en recuerdo y homenaje a las personas que sufrieron la deportación, etc. nazi. Recordemos que en la ideología alemana nazi se perseguía a los judíos, homosexuales, romaníes (gitanos), testigos de Jehová, a  quienes no pensaran como ellos políticamente, etc.  

   El primer “stolpersteine” o “piedra de tropiezo”, ya dije que  lo colocó el propio artista en el año 1992, y fue en el adoquinado de la plaza del Ayuntamiento de la ciudad alemana de Colonia. Y actualmente hay más de sesenta mil “piedras de tropiezo” o “stolpersteine” colocadas en más de 1.800 ciudades de más de veinte países de Europa. (Y en La Roda he contado cinco, cuyos nombres y datos podrán leer e investigar quienes deseen, buscándolos con paciencia sobre la ancha acera ya mencionada  anteriormente. El año pasado, tras ser colocados en la acera ya descrita, se inauguraron oficialmente el sábado 27 de abril de 2024).

    Bueno, con lo escrito y la foto ilustrativa que hice de parte del lugar, creo que he cumplido con mi deseo de informar a quienes, como a un servidor, les llame o haya llamado la atención esta palabra alemana, “stolpersteine”, señalando  un punto especial de nuestro pueblo en donde está el homenaje a los rodenses deportados a los campos de concentración nazis. Si no te fijas bien, los adoquines  con inscripción pueden pasar desapercibidos; pero ahí están nuestras “piedras de tropiezo” como original recuerdo y homenaje expandido por toda Europa.

 

Adolfo Martínez García

viernes, 1 de agosto de 2025

 

                   RECUERDOS  VERANIEGOS

(Este artículo debería haberlo publicado el jueves o el viernes, como suelo hacer; pero un impaciente impulso interior me invita a que no lo retenga más tiempo en el ordenador y lo deje volar ya libremente. )

   En la noche, con su insondable silencio y recóndita paz envolviendo  las  lentas horas de las personas mayores, jubiladas y  sin obligaciones laborales ni horarios que cumplir,  es cuando mejor  surgen los pensamientos  y  las  inverosímiles creaciones. Es el mejor y más íntimo tiempo para recordar y escribir  escenas pasadas.

   En una de estas cálidas noches de verano, me surgió de improviso retener sin prisas el acuciante  sueño para poder escribir durante  unos minutos los recuerdos exigentes y pretenciosos que me llegaban nostálgicamente, tal vez asociados y motivados por haber estado susurrando  algunas viejas  canciones con la guitarra después de la cena. Así que,  me senté a escribir junto a la cama abierta lo que me dictaba la mente en imágenes de hacía mucho tiempo, expresándolas en forma escrita y con los  más puros sentimientos. Después, casi dormido, releí lo escrito y volvieron a discurrir las imágenes con las letras, recreándome plácidamente en las escenas revividas de otro tiempo de bohemia y de preciosa juventud:

    Me vinieron a la memoria muchísimas noches  de entrañables rondas, cuando nos animábamos algunos amigos de la vieja pandilla y salíamos a cantar habaneras sin complejos en lugares donde no molestáramos demasiado, como por ejemplo detrás de la iglesia,  cuando no estaban construidos todavía los pisos que hay ahora; o allá, lejos, en “el parque de la cañada” donde los acordes de la guitarra podían sonar con más fuerza. Claro, nos gustaba cantar y las voces eran aceptables o mejor dicho bastante buenas: como las de Ángel Aroca Lara, Francisco Gómez Canales, Francisco Cisneros Fraile ( que a veces sacaba y tocaba el violín de su tío Eduardo, y junto a mi guitarra animábamos la noche); también solían venir Antonio Cebrián Villodre, Miguel de Toro Gómez, Joaquín Salvador Cebrián, Ángel García Villodre, Antonio Grande,  Ramón Lara, Antonio Monsalve, Antonio Vázquez…

   En otras ocasiones salíamos dos o tres  que éramos amigos en otro grupo distinto. Y me acordé de Francisco Prieto que tocaba muy bien la armónica, e interpretaba  siempre la entonces famosa melodía de Lolita Garrido: “Luna de miel”; y nos acompañaba Jesús Álvarez después de su trabajo como cocinero en el bar Molina,  marcando los compases con una cuchara metálica que deslizaba por una rugosa botella vacía de anís.

   También, otras veces, salíamos sólo dos, Paco Huedo Aranda y yo. A Paco le gustaba mucho cantar la canción romántica de Adamo “Cae la nieve y esta tarde no vendrás”. Tenía una bonita y afinada voz que, en el silencio de la noche, era como un regalo angelical del Cielo. Nos recogíamos de madrugada, después de haber cantado por donde vivían las chicas  que llevábamos apuntadas en una libretilla secreta. 

   Y me vino a la memoria otro grupo de amigos de mi hermana  Isabel Martínez y su esposo Salvador García, con Emilio Salvador y su esposa Bienve Escribano, más todos los demás amigos de la cuadrilla,  Juanito Fraile y Josefina, Pepe Moratalla y Tinita, Julián Pérez y Mariana, etc.  que estaban integrados en el coro parroquial y tenían voces preciosas; cantaban muy bien y más de una vez tuve el honor de estar junto a ellos en “Los Cerrillos” acompañándoles con la guitarra. A Emilio  y a Salvador les entusiasmaba cantar “a dos voces” la preciosa melodía de “Los últimos de Filipinas”.



   La verdad es que echo mucho de menos aquellos colectivos cánticos nocturnos y diurnos acompañados de la guitarra en las calles solitarias del pueblo,  o en mi casa por navidades y cumpleaños familiares, las cuales  se prodigaban también cada año por las celebraciones y romerías en el chalé de mis cuñados Bernardo y Conchi, donde se cantaba muy a gusto, especialmente con Bernardo y  su hijo Juanjo. E incluso, en las noches de algunos veranos, llegamos a cantar y bailar alegremente los vecinos del barrio en la Plaza Mayor, animados con los acordes de la guitarra y las dulces cuervas con guijas tostadas de nuestros buenos amigos Encarnita Jareño y Alonso Lozano, que eran los mejores anfitriones; (el fotograma que ilustra este artículo pertenece a una de aquellas noches veraniegas en la plaza).

   Y, sobre todo, era un deleite especial y para mí lo más deseado, cuando mi atractiva mujer, Carmen, nos iniciaba alguna canción en las fiestas familiares, con su entonada y bonita voz, como aquella vieja  habanera que habíamos oído cantar a nuestros mayores y nos gustaba mucho; e imitábamos  a Carmen, cantándola con admiración. Parece que ahora mismo, mentalmente, la estoy escuchando cantar, sobresaliendo su  dulce voz sobre todas las nuestras, en  aquella preciosa y antigua habanera…:

      “Al  pie de una verde palmera yo me arrimé,

   mi amor se quedó dormido, que ingrato fue,

   con el arrullo de una paloma yo desperté,

   quiero morir, quiero vivir, no sé qué hacer.

   Pero ¡Ay! Dios mío ¡Ay!

   Sí, quítame esta pena,

   por una mujer ingrata que yo adoré,

   con el arrullo de una paloma yo desperté,

   quiero morir, quiero vivir, no sé qué hacer.”

   Su voz resuena aún en mi memoria, como brilla su imagen cariñosa en los rincones profundos de mi alma, y percibo aún su fresca fragancia al abrir su armario con su ropa colgada esperándola infinitamente. Ella es ahora un ser de luz, amor y alegría, que sigue flotando feliz en mis recuerdos, nuestros recuerdos, los recuerdos que guardamos todos sus familiares, amigas y  amigos que la quisimos y la queremos. Recuerdos imperecederos donde subyacen inmortales  la belleza y el esplendor  de su vida.

   Adolfo Martínez García


  LA MÚSICA, ESTIMULANTE DE LOS RECUERDOS Seguramente que todos hemos sentido la experiencia de tener viejos recuerdos   que nos vienen de...