viernes, 31 de agosto de 2018


RECUERDOS DE ROMA Y DE FLORENCIA

   Bastantes meses han sido los que he estado ausente en este blog y sin publicar en él nada de lo mucho que he investigado y escrito, porque  necesitaba plena dedicación para terminar unos viejos proyectos que tenía demasiado ralentizados: dos nuevos libros; uno lleno de inéditas referencias a materiales, maestros de cantería o arquitectos en sus años de construcción del mejor monumento pétreo de nuestra villa,  especialmente de su soberbia torre; y otro de una novela  que nos traslada a hechos poco conocidos de nuestros ancestros. También dediqué mi tiempo para  avanzar un poco más en una obra veraniega que tengo empeño en seguir realizando, personal y paulatinamente, desde el principio hasta su fin.

   Y  hoy vuelvo a escribir en este espacio que he tenido aletargado, pero anhelante, después de incidir en los proyectos ya expuestos y  tras el viaje maravilloso  a Roma y Florencia que mis  hijos, Toñi, Adolfo y Fuen, quisieron regalarme  en mi cumpleaños y pudimos realizar el pasado mes de agosto.

Fuen, Jesús y yo en el aeropuerto.

  Tal salida de España había sido una ilusión de juventud que no pude realizar en su momento y, cuarenta años después, mis hijos  y yernos han querido que se cumpla.

  Buscando las esculturas de Miguel Ángel, de Donatello, de Cellini …  y en general el arte romano y el renacentista, he gozado de siete días maravillosos ( del 17 al 23), acompañado de mi hija Fuensanta  y su esposo Jesús Escudero Sahuquillo, ¡Inmejorables guías y compañeros!

  Mi afición a la escultura quedó totalmente colmada de satisfacción y asombro al ver tantas gigantescas maravillas realizadas en mármol o bronce. Y nuestro primer paseo nocturno  en Roma nos llevó hasta el grandioso Coliseo con sus innumerables arcadas de medio punto acompañadas de columnas con capiteles esculpidos en tres estilos diferentes: el dórico en su primera planta, el jónico en su segunda planta; y el corintio en la tercera. Un cuarto piso lleva ventanas entre pilastras de orden compuesto, una ventana por cada dos vanos.

   Nos llamaron la atención los muchísimos agujeros que por doquier presentaban sus piedras, producto de la expoliación de los bárbaros robándole los soportes metálicos que unían los mármoles travertinos del revestimiento de la fachada. También admiramos esa noche el cercano “Arco de Constantino”, monumento militar y triunfal en honor de aquel emperador, y escuchamos muy atentos la lectura informativa de Internet que Fuen nos hacía desde su móvil.


   El segundo día lo empezamos visitando con una guía los Museos Vaticanos, llenos de obras romanas rescatadas.  Estuvimos dentro de La Capilla Sixtina con las pinturas al fresco de Miguel Ángel que, durante un lustro,  creó en las bóvedas desde sus 33 años de edad;  así como los frescos de la pared de enfrente, “ El Juicio Final”, con 61  años.

    A mi memoria vinieron todas las circunstancias que había leído y rodearon aquellas pinturas, porque Miguel Ángel se sentía escultor y no pintor e hizo tales maravillosos cuerpos llenos de volúmenes enérgicos a regañadientes y por imperativos de los Papas Julio II y Paulo III, respectivamente.
En la Basílica de San Pedro, "La Piedad" de Miguel Ángel al fondo.
   Entramos en la Basílica de San Pedro y nos entusiasmamos con la contemplación de la Piedad de Miguel Ángel, obra cumbre en perfección y dulzura que esculpió en mármol blanco de Carrara con tan sólo 24 años de edad. 

 Después de admirar el baldaquino en bronce de Bernini,  nos sentimos empequeñecidos bajo la grandiosa cúpula  de 41´47 metros de diámetro, diseñada por Miguel Ángel cuando ya tenía 72 años de edad y cuyas obras dirigió hasta el final de su vida, a los 89 años; siendo terminada veinticuatro años después de su muerte por otro arquitecto (Giacomo della Porta), respetando las trazas del gran escultor.

 
Bajo la cúpula y baldaquino de la Basílica de San Pedro. 
 Por la noche participamos con un grupo de españoles en un interesante paseo guiado y comentado por varias calles y plazas “con leyendas, misterios, enigmas y fantasmas errantes”, algunos relacionados con Caravaggio; pero que realmente dicho paseo nos sirvió para conocer más lugares famosos, como la “Plaza del Pópolo”, ( o del Pueblo), en cuyo centro había un gran obelisco egipcio y diversidad de gentes paseando y observando a un señor semidesnudo que bailaba con antorchas de fuego y esperaba después  alguna generosa propina por sus exhibiciones. 


   En aquella plaza estuvimos también otra noche para subir a lo más alto en uno de sus lados, a un altísimo mirador, a través de incesantes cuestas e interminables escalones, buscando unas vistas geniales de la Roma iluminada.

Paseo nocturno por la Plaza del Popolo. A  nuestra espalda, el pedestal del obelisco egipcio que la preside.

    Para admirar “El Moisés” de Miguel Ángel, esculpido desde los 38 a los 41 años de edad,  visitamos el domingo la iglesia de ”San Pietro in Vincoli”, (San Pedro Encadenado),  a la que accedimos tras subir la interminable escalera de un pasadizo o túnel muy escarpado. Allí estaba el sepulcro cenotafio del Papa Julio II con sólo siete esculturas de las cuarenta que Miguel Ángel había proyectado para dicha tumba bajo la cúpula de San Pedro del Vaticano; pero  por varias vicisitudes ajenas a su voluntad, que ahora no vamos a comentar, quedó reducido al precioso mausoleo que contemplábamos presidido por un enérgico “Moisés”.
"El Moisés" en el sepulcro cenotafio del Papa Julio II.

   Después, nos reunimos en la Plaza de España con el simpático guía que nos llevaría por importantes lugares y monumentos de la ciudad  como el Panteón de Agripa con su gigantesca cúpula de 43´44 m. de diámetro, alarde de ingeniería y arquitectura romanas del siglo II. 

  Y nos unimos a los innumerables turistas que rodeaban la “Fontana de Trevi”, obra diseñada por el arquitecto Nicola Salvi en 1732 y que tras diecinueve años de trabajo murió arruinado y sin haberla terminado, hecho que ocurrió en 1762. Por supuesto cumplimos con la tradición de arrojar de espaldas una moneda.

 Durante nuestra estancia en Roma no perdimos el tiempo para nada y en las mañanas y tardes recorrimos todos los lugares emblemáticos que fuimos capaces:  

Ante la "Fontana de Trevi"
   Estuvimos en la Plaza del Campidoglio con una original escalera  y diseño general del gran Miguel Ángel; en la Plaza de la República; de la Inmaculada; contemplamos la Columna de Marco Aurelio, así como la de Trajano, ambas con sus narrativos bajorelieves en espiral del siglo segundo, huecas y con sendas escaleras interiores de caracol que terminaban en una plataforma con las esculturas de San Pablo y San Pedro, respectivamente, que sustituyeron a las originales romanas por orden del Papa Sixto V en el siglo XVI. 

    Paseamos entre las ruinas de los diversos  Foros Romanos y construcciones antiguas; y la contemplación de tantos destrozos artísticos e históricos de aquella sublime civilización, me hicieron reflexionar sobre los odios y revanchas  que otras civilizaciones posteriores o generaciónes diferentes de gentes pueden llegar a aplicar contra la anterior, como hiciereon los bárbaros con la romana y griega: arrasando todo;  creyendo así borrarlas de la memoria y de la historia.


En la Plaza de Venecia el monumento al rey italiano Victorio Emanuele II.
   Y nos deleitamos en la contemplación de la Plaza de Venecia y el gigantesco monumento neoclasicista  levantado al rey de Italia Victorio Emanuele II.


Obelisco egipcio sobre un elefante de mármol

     También nos ocurrió que,  inesperadamente, caminando por aquellas  calles nos encontramos con un obelisco egipcio montado sobre un pequeño elefante de mármol por diseño del gran Bernini, y enfrente se ubicaba una iglesia llamada Basílica de Santa María sobre Minerva, llamada así por estar construida sobre un ancestral templo pagano dedicado a la diosa romana de la sabiduría, las artes, protectora de Roma y patrona de los artesanos: Minerva, hija de Júpiter.

   Y pasamos a su interior, descubriendo a un Cristo Resucitado esculpido por Miguel Ángel en su juventud, con hermoso y pulido acabado, con una gran cruz entre sus brazos y totalmente desnudo, aunque en el siglo XVIII se le había puesto un pudoroso paño que cubrió sus partes íntimas.



Cristo Resucitado de Miguel Ángel.
   A Florencia fuimos en un tren de alta velocidad que alcanzaba de vez en cuando 270 km. por hora, y  hasta 300, según reflejaban los monitores de televisión incorporados para los pasajeros. Nuestro primer paseo nocturno nos llevó ante la bonita catedral florentina del “Duomo” o  “Santa María del Fiore” donde quedamos embelesados en sus mármoles blancos, verdes y rosados, mezclados con exquisito gusto. Le dimos completamente la vuelta, y me acordé de nuestro templo parroquial rodense, exento también de edificios adosados. Nos deleitamos en el ambiente festivo y probamos los famosos helados del lugar.

   Al día siguiente, martes 21, comenzamos en la Plaza de la Signoría en donde nos esperaba nuestra encantadora guía, Sonia. Fue impresionante pisar aquella majestuosa plaza por primera vez, con sus gigantescas esculturas en plena calle: una réplica del David de Miguel Ángel  y enfrente “Hércules y Caco”, realizadas por Baccio Bandinelli en el siglo XVI.
Vista parcial de "La Plaza de la Signoria".
      Y allí también había otras magníficas obras en mármol  bajo un pórtico abovedado, y especialmente me fijé en la escultura original del “Perseo con la cabeza cortada a la Medusa”, realizada en bronce por Benvenutto Cellini, contemporáneo y discípulo del gran Miguel Ángel, modelada a mediados del siglo XVI y cuyas circunstancias en la fundición había leído yo, hacía tiempo, en la autobiografía del propio escultor, (libro titulado “La vida”), que dictó a un discípulo suyo. También había una fuente escultórica de Neptuno, de Bartolomeo Ammanatti,  que estaba tapada  por  restauración y no pudimos admirarla. Había más esculturas: “El rapto de las Sabinas” de Giambologna, y también era suya la estatua ecuestre en bronce de Cosme I Médici. 

   Aquella mañana visitamos con Sonia la “Galería de los Uffizi” con numerosísimas obras de arte en escultura y pintura. Especialmente contemplamos el único cuadro pintado por Miguel Ángel al temple y óleo, “El Tondo Doni” o Sagrada Familia, de composición circular con un marco precioso diseñado por el propio autor. Una  copia de la escultura  original griega del Museo Vaticano Pío Clementino, “El Lacoonte y sus hijos”, (importantísima obra que cuando apareció enterrada en una viña despertó la admiración de los artistas e influyó notablemente en el pensamiento renacentista), estaba en aquella Galería de los Uffizi y había sido esculpida en 1525 por Baccio Bandinelli y por orden del Papa León X.

Galería de los Uffici. Réplica de "El Lacoonte" en 1525.
como   Después pasamos a la “Galería de la Academia” donde estaba la escultura original del David. Un mármol blanco de más de cinco metros de altura que nos transmitió toda la fuerza y belleza que contenía. Fue esculpida por Miguel Ángel en su juventud durante tres años, desde la edad de 26. También estaban allí varios de sus “prisioneros” o “esclavos” a medias de esculpir, como luchando por salir de la piedra,   proyectados para la tumba de Julio II; e igualmente admiramos su Piedad Palestrina.

"El David" de Miguel Ángel en la Galería de la Academia.
   Por la tarde visitamos el Museo del palacio Vecchio, acompañados también de Sonia, donde se encontraban muchísimas obras más de arte, especialmente admiré la escultura de Donatello “Judith y Holofernes”, así como “El Genio de la Victoria”, otra escultura de Miguel Ángel en su juventud. Por la noche paseamos libremente por Florencia.

   A primera hora del día siguiente, miércoles 22, estuvimos en el Museo Nacional del Bargello ante más obras de Miguel Ángel, como “El Baco”, hecha en mármol a sus 23 años, “El Tondo Pitti” o relieve de la Virgen con el Niño,… así como los míticos David de Donatello y de Verruchio. Mi hija Fuen me fotografió bajo el busto y retrato en bronce de Miguel Ángel que modeló  su amigo Daniele da Volterra con el vaciado de la mascarilla mortuoria que le hizo  al gran escultor florentino el día de su muerte (año 1564).
Ante el retrato en bronce de Miguel Ángel modelado por Daniele da Volterra.

  Después nos dirigimos hacia la
“Basílica de la Santa Cruz” en donde sabíamos que estaba enterrado el gran escultor florentino, Miguel Ángel, así como  yacían otros grandes personajes: Galileo, Maquiavelo… Y fue una gratísima sorpresa volver a encontrar en su fachada las combinaciones marmóreas del blanco, verde y rosado, como las del Duomo. Nos hicimos fotos y la recorrimos despacio.  Aquella basílica franciscana estaba llena de tesoros escultóricos, vidrieras y pinturas. Vimos frescos de Giotto. Relieves de Donatello, de Brunelleschi en arquitectura y escultura, los mausoleos de Galileo, Maquiavelo,…  y el que contenía el cuerpo de Miguel Ángel lo había hecho Vasari, otro escultor, arquitecto, pintor y  biógrafo contemporáneo de aquellos grandes artistas del Renacimiento.
Mausoleo de Muiguel Ángel creado por Vasari en la Basílica de la Santa Cruz.
   Y por la tarde realizamos una visita guiada al interior del “Duomo” o catedral, bajo la cúpula de más de 45 metros de diámetro, la mayor de todas, creada por Brunelleschi; nos adentramos en el “Baptisterio” y después en el “Museo de la Opera del Duomo” para admirar la “Piedad Bandini”, otra escultura inacabada de Miguel Ángel en la que se autorretrató en el personaje de Nicodemo sosteniendo a Cristo desclavado de la Cruz.
 Había muchísimas  obras de arte, variadas e inolvidables, como las gigantescas puertas originales  en bronce dorado del Baptisterio, llamadas "Las Puertas del Paraíso", que creó en geniales bajorelieves Lorenzo Ghiberti . 

   Y pasamos después a la Basílica de San Lorenzo, de rústica fachada  en espera de otro revestimiento, pero con preciosos contenidos artísticos en su interior. Especialmente nos llamó la atención los exquisitos relieves en bronce de dos púlpitos modelados por Donatello.

  Muy cerca de la basílica estaba la Capilla de los Médici, que visitamos en la mañana del último día y  en donde admiramos otra impresionante obra de Miguel Ángel en la Sacristía Nueva,  consistente en dos paredes artísticas para las sepulturas de dos Médici, Giuliano y Lorenzo, tío y sobrino, duques de Nemours y de Urbino, representados en sendas estatuas con otras dos más a los lados de cada uno y alegóricas al paso del tiempo: El día y La Noche; El Crepúsculo y La Aurora; así como La  Madonna o Virgen con el Niño en una posición retorcida y forzada de éste, totalmente manierista.  

  Dimos una última vuelta por la “Plaza de la Signoría”, volviendo a admirar las esculturas ubicadas al aire libre y las múltiples pinturas y dibujos de los artistas que exponían sus obras en el suelo de dicha plaza y calles cercanas. Y volvimos a Roma en un tren rapidísimo, similar al de la llegada. Parecía mentira que en una mañana hubiéramos hecho tantas cosas hermosas y dilatadas, hasta relajarnos tomando unas cañas de cerveza. 
Jesús, Fuen y yo, felices y contentos por un viaje tan maravilloso.
   Tras el vuelo de retorno a Madrid,  volvió Jesús a tomar el volante de su coche aparcado en el aeropuerto y llegamos felizmente a La Roda.
   Gracias a mi familia, a mis hijos y yernos, he podido hacer  realidad este viejo sueño de juventud .
                                                        ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA

2 comentarios:

  1. Adolfo,buenos días, me gustaría saber si es posible ver la película completa de la mancha y el azafran, donde aparecen los bailes de manchegas y jota de quimeras, pues estamos estudiando la forma del baile y la ropa de la gente que aparece en él. Espero pueda ayudarnos, muchísimas por su labor.

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    1. Si te parece bien, dime quién eres para mandarte lo que pueda sobre la misma a tu correo electrónico, ¿vale?

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