RECORDANDO
A CARMEN
¡Cómo olvidar que hoy, 19 de diciembre, al anochecer,
hace seis años ya, Carmen murió en mis
brazos!
Nos
quedamos deshechos y desolados, y hasta pasado un mes no supe reaccionar ante
los demás; me había quedado sin palabras ni ánimos para escribir otra vez aquí agradeciendo
a tantas personas sus condolencias.
He buscado
mi primera reacción escrita después de su muerte y compruebo que el paso de
seis años no han amortiguado ni dulcificado aquellos sentimientos de soledad y
dolor que entonces sentí y expresé. Hoy, recordando a Carmen, siento que siguen
siendo los mismos sentimientos, pensamientos y duelos:
“…Yo, su
compañero y esposo, no dejo de emocionarme e incluso llorar como un niño, cada
vez que la tengo presente en la mente, que es a casi todas horas; aunque procuro contenerme
ante quienes se paran a mi lado y me hablan de ella. Porque Carmen está en los
recuerdos casi constantemente. Cualquier rincón de nuestra casa, de nuestra
barrio o de nuestro pueblo, me sugieren
hermosas imágenes de escenas vividas a su lado. Y todavía no me hago a la idea
de haberla perdido para siempre.
En mis visitas
a su eterna morada me quedo un rato ante ella, recordándola junto a mí, bien de joven (como en el dibujo
que ilustra este artículo), o de cuando era más mayor, siempre divertida,
atractiva, lista, cariñosa, simpática…Un ser irrepetible, bondadoso y
solidario, a la que amé y seguiré amando siempre. Buena madre, preciosa esposa,
magnífica hermana, cariñosísima abuela de dos nietos que la conocieron: Carmen,
de cinco años, y Juan de tres; porque Lucía, la hija mayor de Fuen y Jesús,
nació once días después de morir su abuela Carmen; y Alicia, la más jovencita de
los nietos, ni existía entonces en la mente de sus padres.
No ceso de pensar en Carmen, y desearía
saber de su paz inmensa, de su luz y contemplación celestial. Saber si su alma
puede estar algún instante junto a
cualquier familiar o amiga que la recuerde; si podrá estar cerca de sus hijos
Toñi, Adolfo y Fuen en sus trabajos u hogares, o cerca de sus cuatro nietos. Y tal vez, también si
pudiera estar cerca de mí, que tanto la quise y la quiero, animándome
mentalmente en mi vida con su optimismo y alegría. Quisiera creer que me acompaña en esas largas y solitarias noches, y
la puedo ver y sentir en la mente con
mis pensamientos, imaginándome escuchar otra vez de sus sagrados labios, aquel
melodioso y dulce susurro de un ¡Te quiero! “
Adolfo Martínez García

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