viernes, 19 de diciembre de 2025

 

RECORDANDO A CARMEN

¡Cómo olvidar que hoy, 19 de diciembre, al anochecer, hace seis años ya,  Carmen murió en mis brazos!



   Nos quedamos deshechos y desolados, y hasta pasado un mes no supe reaccionar ante los demás; me había quedado sin palabras ni ánimos para escribir otra vez aquí agradeciendo a tantas personas sus condolencias.

   He buscado mi primera reacción escrita después de su muerte y compruebo que el paso de seis años no han amortiguado ni dulcificado aquellos sentimientos de soledad y dolor que entonces sentí y expresé. Hoy, recordando a Carmen, siento que siguen siendo los mismos sentimientos, pensamientos y duelos:

   “…Yo, su compañero y esposo, no dejo de emocionarme e incluso llorar como un niño, cada vez que la tengo presente en la mente, que es  a casi todas horas; aunque procuro contenerme ante quienes se paran a mi lado y me hablan de ella. Porque Carmen está en los recuerdos casi constantemente. Cualquier rincón de nuestra casa, de nuestra barrio  o de nuestro pueblo, me sugieren hermosas imágenes de escenas vividas a su lado. Y todavía no me hago a la idea de haberla perdido para siempre.

   En mis visitas a su eterna morada me quedo un rato ante ella, recordándola  junto a mí, bien de joven (como en el dibujo que ilustra este artículo), o de cuando era más mayor, siempre divertida, atractiva, lista, cariñosa, simpática…Un ser irrepetible, bondadoso y solidario, a la que amé y seguiré amando siempre. Buena madre, preciosa esposa, magnífica hermana, cariñosísima abuela de dos nietos que la conocieron: Carmen, de cinco años, y Juan de tres; porque Lucía, la hija mayor de Fuen y Jesús, nació once días después de morir su abuela Carmen; y Alicia, la más jovencita de los nietos, ni existía entonces en la mente de sus padres.

    No ceso de pensar en Carmen, y desearía saber de su paz inmensa, de su luz y contemplación celestial. Saber si su alma puede estar algún instante  junto a cualquier familiar o amiga que la recuerde; si podrá estar cerca de sus hijos Toñi, Adolfo y Fuen en sus trabajos u hogares, o cerca  de sus cuatro nietos. Y tal vez, también si pudiera estar cerca de mí, que tanto la quise y la quiero, animándome mentalmente en mi vida con su optimismo y alegría. Quisiera creer que me  acompaña en esas largas y solitarias noches, y la puedo  ver y sentir en la mente con mis pensamientos, imaginándome escuchar otra vez de sus sagrados labios, aquel melodioso y dulce susurro de un ¡Te quiero! “

                         Adolfo Martínez García

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