LEZUZA TURÍSTICA
Durante una semana completa hemos estado mi hermana Crescen y un servidor en Lezuza, descansando, veraneando, disfrutando o como queramos decir, con satisfacción y felicidad por estar en esta bonita villa junto a mi hija Toñi, su esposo Juan Eloy y sus hijos ( mis nietos) Carmen y Juan. Nos alojamos en la casa donde viven, que es la antigua casa de los abuelos de Juan Eloy: Herminio Lucas Candel y Teresa Marín Lopez, hoy magníficamente reformada.
Personalmente, he de decir que me entusiasma Lezuza, con su peculiaridad de empinadas, estrechas y largas calles con artísticas cuestas que embellecen su paisaje urbano y rompen la monotonía de los llanos a los que algunos estamos acostumbrados. Es un pueblo muy importante arqueológica e históricamente hablando, lleno de paz y armonía, donde veranear es todo un placer.
He disfrutado mucho comprobando cómo asistían diariamente mis nietos a la escuela de verano, a la piscina municipal, a los juegos y aventuras infantiles nocturnas con los otros niños y niñas del pueblo veraneante, que me recordaban aquella pandilla juvenil de la entrañable serie televisiva “Verano azul”.
Esta vez no; pero en otras ocasiones, paseé por la vega del río Lezuza con sus frondosos árboles y cultivos de horalizas y frutales; subí hasta las ruinas del castillo medieval en cuyo cerro existen restos del poblado íbero-oretano e importantes testimonios pétreos de la colonia romana Libisosa (Libisosanorum Foroagustana); visité su testimonial museo con importantísimas piezas arqueoplógicas; la preciosa iglesia de Nuestra Señora de la Asunción; el famoso pedestal romano del siglo II d. C., colocado en una esquina de la casa de La Tercia con inscripción latina; otro año y mes fui testigo de su fiesta y mercado recordando la época romana… ; y hasta me tomé alguna cerveza fresca en el bar de Germán, viendo su buen ambiente en las cenas veraniegas. En fin, que me encanta y me encantará siempre Lezuza. Es un verdadero placer volver a visitarla.
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