jueves, 19 de diciembre de 2024

 

                    REFLEXIONES POR NAVIDAD

Se aproximan días muy significativos de La Navidad; ya casi estamos en ellos. Para la mayoría de las personas, son fechas jubilosas y muy alegres; pero para algunas otras, son días menos gozosos, más bien tristes, porque, a pesar del tiempo transcurrido, precisamente en estas tradicionales fiestas familiares, se sienten más los recuerdos y las ausencias de las personas queridas que nos dejaron para siempre:  la esposa,  la madre, la abuela… y todavía sus  ausencias y añoranzas están muy latentes.


         Seríamos inhumanos, descastados y sumamente desagradecidos si no los recordáramos especial y más intensamente en estos días de familia.

                         

  Hoy, 19 de diciembre, también jueves, faltando cinco días para la Nochebuena, se cumplen cinco años de la muerte inesperada de Carmen y, desde entonces, se agudizaron y sensibilizaron mucho más nuestras maneras de pensar y de sentir respecto a la vida y la muerte. Nada ya nos sería indiferente en todo lo relacionado con  el final de las personas. Y como a  otros vecinos que estén en esta misma situación por la defunción de un familiar muy allegado y querido en estas  fechas,  nos surgieron y surgen las ancestrales preguntas e incógnitas que llevan consigo tales desgracias. Pues, aunque sabemos dónde está su cuerpo físico inerte, y lo visitamos muchísimo, impotentes y resignados, recordándola con admiración y cariño, también nos preguntamos dónde están y qué fue de sus pensamientos, sentimientos, recuerdos, cariño, amor … su esencia espiritual, su conciencia…; porque sabemos que sus sentidos y cerebro dejaron de sentir y funcionar para siempre;   pero nos enseñaron desde niños que el espíritu o alma sigue existiendo y no muere con el cuerpo. Es eterno. Lo creemos por nuestros conocimientos y estudios religiosos cristianos y católicos, amparados y justificados por la Fe y  las escrituras bíblicas.

   Y por lo tanto, creemos que el alma o espíritu estará en El Cielo, en paz y armonía con Dios. Pero, aún así, quisiéramos   convencernos también por la  ciencia, por las investigaciones y demostraciones científicas, que la existencia del alma o del espíritu,  es real y es eterno. Y, al ser así, Carmen y tantísimas otras personas desaparecidas por la muerte, siguen existiendo espiritualmente; pero, ¿mantiene el alma sus recuerdos, sus sentimientos…?

   Muy sensibilizados con estos temas espirituales, especialmente desde la muerte de Carmen, hemos buscado las posibles  respuestas y explicaciones científicas en libros especializados, conferencias, congresos, etc.  Y así, ávidos de respuestas, aunque un poco escépticos, asistimos en Albacete, en el Palacio de Congresos, los días 29 y 30 de octubre del año 2022, al “ XIII Congreso Internacional Vida después de la vida”, donde escuchamos una primera conferencia del médico cirujano especializado en este tema, D. Manuel Sans Segarra, según sus experiencias con pacientes que habían sufrido “Experiencias Cercanas a la Muerte”, (ECM); y también escuchamos a otros médicos psiquiatras  y personas de diferentes profesiones, que nos fueron comunicando sus conocimientos, experiencias y opiniones, sobre estos temas tan interesantes de vida espiritual tras la muerte del cuerpo.

   Después, he leído el último libro escrito por el médico cirujano y conferenciante ya mencionado, que explica ampliamente los mismos conocimientos, experiencias y creencias que ya nos adelantó en aquel congreso del año 2022; razonando científicamente que las experiencias cercanas a la muerte de sus pacientes durante el breve tiempo que estuvieron clínicamente muertos, no fueron alucinaciones, sino hechos reales que protagonizaron.

   El doctor, recurriendo también a la ayuda de la física cuántica, que se ocupa del estudio relacionado  con las partículas más pequeñas conocidas, las partículas subatómicas, empezó a comprender los fenómenos de la “superposición” y el “entrelazamiento”, manifestados en las “Experiencias Cercanas a la Muerte” (ECM) contadas por sus pacientes. Y está firmemente convencido de que nuestra realidad existencial es eterna y va mucho más allá de nuestro cuerpo y nuestra mente. Que la conciencia de la persona, “…no es simplemente el resultado de la actividad neuronal en el cerebro, sino que reside en un nivel más profundo y fundamental de la realidad.”

   Y, “…nuestra conciencia no está limitada a nuestro cuerpo físico o a nuestra experiencia sensorial; puede conectarse a un campo más amplio : La supraconcenia o conciencia no local, o espíritu, una energía sutil de alta frecuencia, que persiste a pesar de la muerte clínica, y tiene continuidad fuera del cerebro.”

   La relación entre la conciencia local y la no local o supraconciencia, o espíritu, se produce en unas estructuras de   las neuronas llamadas microtúbulos, actuando como canales para la transferencia de información.

   La conciencia individual se une a una conciencia universal o divina con las propiedades de eternidad, omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia … ( Con esperanza, y todavía mucho escepticismo, quisiera entender y creer que los recuerdos, los pensamientos, los sentimientos, …el amor de las personas, no se diluyen y desaparecen  con la muerte, sino que  van inherentes en la supraconciencia,  o espíritu, ya fuera del cerebro, eternamente.

   Todos los estudios e investigaciones existentes en el libro del doctor Sans Segarra se condensan y se resumen en su propio título: “La Supraconciencia existe. Vida después de la vida”. Quiero creer que la religión y la ciencia, por fin,  van de la mano en este tema tan apasionante. Aunque, aún falte muchísimo más por conocer e investigar; y, por ejemplo, rondando ya la ciencia-ficción, no exista ─como a muchos nos gustaría─ una comunicación posible, real y recíproca entre ese mundo espiritual, intangible y puro, con el nuestro, humano, vivo, sensorial e imperfecto.


    No obstante, nuestros pensamientos y oraciones seguirán  surcando metafóricamente los cielos, buscando mágicamente a Carmen, ¡recordándola y añorándola!,  y a quienes queramos, ascendiendo etéreos e intangibles nuestros monólogos hasta más allá  de las estrellas, hacia un hermoso,  místico y soñado Paraíso Celestial. Y seguiremos  amándola y añorándola cada minuto de cada día, diciéndole, siempre enamorado, lo mucho que la quiero y lo mucho que la echo de menos, que fue y es mi amor verdadero, mi musa, mi diosa, mi compañera del alma, mi esposa amantísima...con la que hablo y rezo en silencio, buscándola en ese Paraíso soñado que, ¡Ojalá!, también podría estar no tan lejos, sino muy cerca, entre nosotros, en un Cielo de amor y paz, invisible, sin espacio ni tiempo.

Adolfo Martínez García

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