jueves, 22 de agosto de 2024

 

                          POEMA DE DON ANTONIO DE TORO

Don Antonio de Toro Gómez
Deseo complementar el artículo anterior sobre el gran profesor y extraordinario poeta don Antonio de Toro Gómez, y he creído oportuno traer aquí alguna de sus poesías, buscándolas pacientemente en donde él quiso publicarlas, como fue en los Libros de Fiestas de su pueblo, de nuestro pueblo. (Este precioso soneto suyo, estaba en el “fallero” del año 1952).

   Y si, a través del anterior artículo pudimos recordarlo y conocerlo un poquito mejor, ahora, leyendo en la intimidad su poema, podremos “sentirlo” en sus palabras y pensamientos escritos,  disfrutando del ritmo y musicalidad que imprimía sabiamente a sus versos en las estrofas, como buen conocedor de la técnica y entresijos de la rima, métrica y acentos que su gran cultura gramatical y literaria le brindaban fácilmente... en una dulce amalgama con sus sentimientos  brotando del corazón:

                               PAISAJE A MARÍA

Mayo ha abierto en el arco del Oriente

baldaquín de oro y grana en la arboleda.

Callada suena la canción de seda

en el órgano viejo de la fuente.

Por los senderos del albor naciente,

ferviente sube la oración que rueda

del regazo del valle donde queda

la ermita sola en soledad silente.

Una Virgen con lirio en su mejilla,

del claro viento tras la celosía

aparece en su azul de maravilla.

¡Mañana de acuarela y fantasía!

El terso lienzo de la Mancha brilla

enjoyado en destellos de María.

lunes, 19 de agosto de 2024

 

RECORDANDO A UN GRAN PROFESOR

Creo que casi todas las personas guardamos importantes recuerdos, positivos o negativos, de quienes han formado parte en nuestra educación, y no me refiero a nuestros queridos y recordados  padres, sino a los maestros y profesores con los que hemos estudiado durante nuestra infancia y juventud. Y de todos ellos, siempre habrá habido alguno que nos haya influido  más en nuestra personalidad, conocimientos, sentimientos, manera de ser, pensar, etc., y recordemos especialmente.

Don Antonio de Toro Gómez

   Las personas de mi generación, más otras muchas de La Roda, pudimos cursar los estudios de Bachillerato y otros posteriores, gracias a que existían aquí dos academias privadas, (dirigidas, respectivamente,  por don Doroteo Buñuel y don Manuel Merlos) donde estudiábamos los cursos correspondientes y, en el mes de junio, nos examinábamos en el Instituto de Albacete como alumnos matriculados en enseñanza libre. Y  lo mismo hicimos después en la Normal para estudiar Magisterio.

En la Academia Cervantes, dirigida por don Manuel Merlos, la asignatura de Lengua y Literatura nos la daba un profesor llamado don Antonio de Toro Gómez. Tenía una voz grave y profunda, bonita, que admirábamos especialmente cuando nos recitaba algún poema de tantos autores que veneraba, como Antonio Machado, Rubén Darío…Lo veíamos siempre perfectamente vestido, con su traje, encorbatado y…, tal vez por ello, o porque nosotros éramos unos críos, él nos parecía una persona ya mayor; pero no se mostraba distante, sino muy cercano a nosotros, y él era quien nos llevaba los Jueves Larderos a los pinares de “El Portillejo”, la finca de la esposa del director: `¡Nosotros íbamos en bicicleta y él en “una vespino” con su pequeño motor! También, si hubo alguna esporádica excursión hacia alguna ciudad, fue él nuestro guía y cuidador.

Alguna vez nos contó que, de muy niño, se había caído a una lumbre en su casa, y por ello tenía una mano muy deformada ─que procuraba ocultar metiéndola en el bolsillo del pantalón, y así lo recordamos, de pie,  dándonos la clase─,   y también en el rostro tenía grandes y graves quemaduras que le hacían llevar siempre gafas de sol para  ocultarlas en parte. Los fines de semana se marchaba a Albacete para visitar a su gran amiga, tal vez su novia, de la que estaba muy enamorado, según nos contaba cuando ya estudiábamos Magisterio. Fue un hombre entrañable, con unos inmensos valores y sentimientos que nos supo inculcar muy hondo, como el amor por la Literatura, por los libros, la lectura, la escritura y los sentimientos profundos que producen  las palabras.

Don Antonio de Toro, estuvo dando clases en la Academia Cervantes mientras su hermano Miguel, de mi edad y pandilla de amigos, estuvo estudiando el Bachillerato, después el Magisterio, y hasta que hicimos las Oposiciones a Maestros Nacionales, que fueron las del año 1961. Y cuando su hermano ya “estuvo colocado” ( que fue en  la localidad albacetense de Nerpio), entonces, don Antonio dejó la Academia y retornó a los estudios pedagógicos y filosóficos que siempre quiso ampliar en la Universidad de Valencia, donde también ganó en 1968 el único premio del concurso de poesías convocado por la Escuela de la Normal valenciana con  su poema: “Desde la fuente en tu ermita”.

Precisamente, en ese mismo año de 1968, el 29 de noviembre, tras una rutinaria operación quirúrgica de anginas, ya hospitalizado y reponiéndose de tal operación, unas complicaciones imprevistas le causaron la muerte.

Me ha venido a la mente su imborrable recuerdo y he escrito este artículo porque, visitando “el otro día”  algunos amigos y familiares fallecidos, me encontré de casualidad el lugar donde está enterrado don Antonio, y quedé muy sorprendido al comprobar que tenía tan sólo 40 años de edad cuando murió. Y ese dato me hizo reflexionar que cuando nos daba las clases de Lengua y Literatura, aunque nuestro viejo recuerdo lo enmarcaba como un hombre mayor, en realidad era muy joven.

Así pues, la fotografía que muestro y estamos todos en hilera, haciendo un poco “el indio”, pertenece a la excursión que nos llevó a Aranjuez, en el año1957, cuando estudiábamos tercer curso de bachiller; nosotros teníamos 15 años y don Antonio 29, aunque nos pareciera que era mayor. (Aparecemos: Vicente Leal, Adolfo Martínez, Eduardo Moreno, Ángel García, Miguel de Toro, Eulogio Jiménez, Ángel Aroca, Francisco Cisneros, Ramón Lara y Antonio Cebrián). En la otra foto, agrupados junto a una chica, también nos la hizo don Antonio cuando estábamos en primer curso de Magisterio, el año 1959, y teníamos 17 años y don Antonio 31.(Vemos de izquierda a derecha a: Miguel de Toro, Francisco Cisneros, Ramón Lara, Margarita Cano, Ángel García ─agachado─, Adolfo Martínez, Ángel Aroca y Antonio Cebrián).


Y aquellos estudiantes, nosotros, ya con 20 y 21 años, todavía tuvimos el honor de trabajar como docentes al lado de aquel gran profesor nuestro, en el Colegio José Antonio, e incluso al lado de quienes habían sido nuestros primeros maestros de Primaria, como muestro en la fotografía donde Antonio Cebrián y yo estamos encaramados en lo alto de la Cruz de los Caídos, al final del parque municipal, después de una comida de despedida y homenaje a quien entonces, año 1963, se jubilaba: don José María Roldán, padre de la también maestra doña Amparo Roldán; en esta instantánea están don Antonio de Toro, don Juan Rubio, don Antonio de la Hoz, don Juan Antonio Játiva, etc. ¡Muchísimas maestras y maestros a punto de jubilarse! Y nosotros empezando nuestra andadura.


 Ha pasado mucho tiempo desde que murió don Antonio de Toro, con tan sólo 40 años de edad, y pensé, después de haberlo visitado donde yace, que era de justicia escribirle este artículo recordándolo; pero, no como aquel profesor que antaño nos parecía mayor, sino como el verdadero profesor joven que fue, lleno de sabiduría, de valores humanos y de un alma especialmente  sensible, que supo transmitirnos e inculcarnos el amor más puro hacia las palabras pronunciadas o escritas.

ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA

lunes, 12 de agosto de 2024

 

     UN DÍA COMO HOY: 12 DE AGOSTO

No sólo por mí y por su familia, nuestra familia, sino por tantas amigas y amigos que la conocieron, respetaron  y amaron, no podemos pasar por alto esta importante fecha de su vida, cuando  ELLA dijo “sí quiero” ante el altar. Hoy, 46 años después, la volvemos a recordar en aquel inolvidable día.

Me gusta pensar que,  mientras sigamos teniendo a Carmen presente en nuestros recuerdos, por una u otra fecha y acontecimiento de su entrañable vida, ella seguirá existiendo. Y cuando, pasadas decenas y decenas de años, cientos, y nadie la recuerde, entonces, sí que habrá dejado de existir para siempre. Como a todos nos ocurrirá.

Sobre el verbo existir, me viene a la memoria el día en el que nuestra nieta Carmen, entonces con cinco años de edad, me hizo una sorprendente pregunta unos días después de la muerte de su abuela Carmen:

   -Abuelo, ¿la abuela existe?- me preguntó emocionada.

Y fue sorprendente porque empleó el verbo existir; aunque sabía que su abuela había muerto y ya no vivía; pero podía seguir existiendo, y existía en nuestra memoria con tantos recuerdos; ¡... en el Cielo, y en nuestro corazón!, le añadí en mi respuesta.

Y es que es así. Debemos seguir hablando y escribiendo de ella, mientras podamos, y especialmente en estas conmemoraciones tan importantes de su vida, de nuestra vida, como fue el 12 de agosto de 1978: ¡¡Nuestra boda!!

Ella, joven, guapa, airosa, atractiva, lista, optimista y cariñosa, con 27 años de edad. Y yo con 36, dejaba ilusionado mi soltería al haber encontrado, por fin, a la mujer de mis sueños. ¡Bendito y maravilloso aquel día que unimos nuestras vidas para siempre!

ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA


  DE LOS ESPACIOS OCUPADOS No sé cuantas personas podrán estar en la misma situación, de tener ocupados todos los espacios de los estantes...