LA BOLA Y
LA CRUZ ESTUVIERON DORADAS
Imaginándome cómo podría ser, aproximadamente, la original y antigua visión de la
bola y la cruz, totalmente relucientes, he intentado representarlas doradas para hacerme una pequeña idea de aquella contemplación, aunque este intento esté muy distante de aquella visión que fuera la real, pues sería deslumbrante y maravillosa.
Repasando los
contenidos del último libro que recientemente he terminado de escribir: “Los
artífices de la torre”, el cual me gustaría
publicar en cuanto sea posible, adelanto este curioso hecho que nos revela el dorado de la bola y la cruz desde el principio de su colocación, hace trescientos noventa y cuatro años.
Colocación que realmente
ocurrió en 1624. Ni en 1604, ni en 1634, según la última documentación que afortunadamente he
podido encontrar.
Resulta que en dicho
año de 1624, el mayordomo del templo rodense presentó al Visitador General del obispado de Cuenca, como era obligada costumbre, las
cuentas y recibos correspondientes a los años en los que estuvo de
administrador de la iglesia y desde la anterior visita. Y así constaban los pagos con sus
correspondientes justificantes del maestro cantero responsable de las obras de
la torre durante aquellos años; los pagos a los canteros que cubrieron la
iglesia ( la torre con su chapitel piramidal con bola y cruz); los pagos al calderero y herrero que
había hecho la bola y la cruz; etc.
(Ya la torre estaba totalmente construida y terminada; se había tardado en hacerla cincuenta y cinco años. Mientras al templo todavía le quedarían ochenta y ocho años para darlo por terminado con la creación de sus dos portadas labradas en piedra durante los años 1705 y 1706 por el maestro de cantería local Juan Zebrián Carrión. Y en total desde su inicio por el arquitecto Pedro de Alviz en el siglo XVI, hasta la talla de las portadas a principios del siglo XVIII, se pasarían ciento ochenta y seis años en su construcción, incluyendo varios periodos de tiempo de demoras y paros).
Pero, volviendo al año 1624 con el Visitador General del obispado, señalo que, por diversos motivos, no estuvieron entonces dispuestos los
justificantes de pagos de algunos otros trabajos y servicios realizados aquel año, tal vez por no tener preparadas las cartas de pago ante la
inesperada visita de control por parte del obispado, o por tener aún a medias de terminar algunos trabajos, etc. Y por lo tanto se quedaron pendientes de presentar y justificar para la próxima
visita del Visitador General del obispado conquense al templo parroquial de La Roda, como así dejaron constancia.
Dichas visitas solían demorarse dos o tres años, pues la
siguiente ocurrió en el mes de mayo del año 1627, viniendo el licenciado don Pedro
Ciller Parrilla ante el mayordomo del templo rodense don Antonio Monteagudo, como anotó debidamente el notario apostólico local que, durante los tres días de estancia del Visitador General en La Roda, fue testigo de todo lo acaecido, levantando acta de todos los dichos y hechos.
Y se especificaron las presentaciones de cuentas que habían quedado pendientes en
la anterior visita del año 1624 y por eso se presentaban en aquella del año
1627, como fue la del dorado de la bola de
la torre y de la cruz.
Escaneo parte del
texto
en el que aparecen los pagos hechos al dorador de la bola y la cruz y que
ascendieron a veintiséis mil doscientos catorce maravedíes (26.214 mr.); así
como el pago de mil veinte maravedíes (1.020 mr.) al veedor que vino a comprobar
que estaban bien doradas la bola y la cruz. De ambos artistas presentó el
mayordomo las correspondientes cartas de pago al señor visitador.
Año 1627. Anotaciones donde se especificaban los pagos del mayordomo del templo rodense al dorador de la bola y la cruz de la torre, así como al veedor que supervisó dicho trabajo. |
Su transcripción, corrigiendo las posibles faltas de
ortografía para que se pueda leer mejor, sería:
“Dorar la cruz. Más dio por descargo veinte y seis mil y
doscientos y catorce maravedís que gastó en dorar la bola y Cruz de la torre y dos candeleros; mostró carta de pago del
dorador”.
“Veedor. Item dio por descargo mil y veinte
maravedís que dio a un veedor que vino a (tachado…) ver si estaba bien dorada la dicha bola y
cruz”.
(En el margen
derecho del texto escaneado están las anotaciones numéricas de dichas cantidades, pero con letras).
Simple y llanamente, esta breve aportación documental que he escaneado del año ya mencionado (1627) y que corresponde
a los trabajos realizados en el año de la anterior visita del obispado (1624),
clarifica la fecha real de la colocación de la bola y la cruz, desechando definitivamente las hipótesis anteriores de los años 1604 y 1634.
Hipótesis e incertidumbres existentes y que bien conocen quienes siguen o estudian nuestra historia local, con varias fechas y hechos transmitidos como correctos por nuestros mayores, pero llenos de errores que poco a poco vamos investigando y corrigiendo lo mejor que podemos.
Por ello, es sabido que, dando por bueno el dígito de las unidades, el cuatro, y estando equivocado el dígito de las decenas: el cero, en el primer año señalado y transmitido (1604) a través de un traslado mal copiado; y en el segundo año posible (1634) sugerido por el recordado Inocencio Martínez y que todos aceptamos en su día como bueno y posible, está ahora también descartado por los textos recientemente encontrados de los años 1624 y 1627, que mencionan a la bola y cruz ya puestas y doradas.
Aunque en dicha fecha sugerida por Inocencio de 1634, y en la nueva de 1624 que aclaramos y afirmamos hoy, coincidieron los mismos personajes contemporáneos en los cargos que mencionaba el documento mal copiado (de 1604) que existe en el interior de la bola de la torre , y por lo tanto, teniendo en cuenta a los personajes mencionados de la época, podía haber ocurrido en cualquiera de los dos años: en el 1624 que fue el real, y en el 1634 que nos sugirió Inocencio.
El paso inexorable de los siglos se encargó
de despojar a nuestras protagonistas de su vestido dorado para verlas en su propia y desnuda naturaleza
metálica. Y he querido adelantar y compartir con todos los lectores del blog esta curiosa
investigación, pues no siempre se vieron la bola y la cruz tan humildes y sencillas como las vemos hoy.
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