¡CARMEN!
Agradecemos vuestras palabras de consuelo y
detalles de solidaridad que nos habéis dado ante el fallecimiento de Carmen. Hasta ahora
no había tenido fuerzas para daros las gracias. Fueron horas terribles que nos
parecían a todos mentira.
Yo, su compañero y esposo, no dejo de llorar como un niño cada vez que la tengo presente en la mente, que es a casi todas horas. Aunque procuro contenerme ante quienes se paran a mi lado y me hablan dándome sus condolencias y mostrando su sorpresa por lo sucedido. Me preguntan cómo ha sido posible la muerte de Carmen, tan rápidamente, sin saber qué le había sucedido, pues, habitualmente la solían ver junto a mí, comprando por las tiendas de la Plaza Mayor, paseando o tomando algo en alguna cafetería de la localidad, llevando o trayendo a los dos nietos al colegio o a la guardería… Pero, a veces, no he podido remediarlo: me asaltaba una enorme pena y explotaba en sollozos de emoción. Sollozos que se convertían en un llanto amargo que me impedía hablar y, sin consuelo, destrozado por dentro, me marchaba emocionado sin despedirme ni disculparme.
Carmen está en mis recuerdos constantemente. Cualquier rincón de nuestra casa o de nuestro barrio me sugieren hermosas imágenes de escenas vividas a su lado. Y no me hago todavía a la idea de haberla perdido para siempre.
(Fotograma de tomavistas Súper-8). Del viaje de novios. |
Todos estos días he sentido una extraña sensación, como que Carmen estaría comprando algo, igual que había hecho siempre: el pan, o cualquier alimento que le faltara en la cocina, pero pronto volvería, como había ocurrido antes. Y en otros instantes, se me desvelaba la cruel verdad y, entonces, mi amargura y soledad las siento con dolor muy profundo, oscureciéndose mis pensamientos y humedeciéndose mis ojos con lágrimas ácidas, sin consuelo.
Ahora es la madrugada
del sábado, 18 de enero de 2020. Ya hace treinta días que falleció, y veintinueve
que recibió sepultura. Desde esta última fecha, no he dejado de ir ni un sólo día al lugar en donde quedó. En
cada atardecer, y antes que el reloj marque las seis, que es cuando cierran las
puertas exteriores del cementerio, me
quedo un rato frente al lugar donde está sin vida, y la recuerdo mil veces
junto a mí, bien de joven o de más mayor, siempre divertida, atractiva, lista,
cariñosa y simpática … Buena madre, esposa, hermana, amantísima de los dos nietos
que la conocieron: Carmen, de cinco años, y Juan de tres; porque Lucía, la hija de Fuen y Jesús, ha nacido felizmente
hace once días y Carmen ya no estaba. Y
era muy querida de sus otros familiares: sobrinos, primos, cuñadas… y amigos. Un
ser irrepetible, bondadoso, y muy solidario, a la que amé y amaré siempre.
(Fotograma tomavistas Súper-8). Del viaje de novios. |
Allí, de pie, ante ella, aunque me parece un mal sueño y
horrible pesadilla de la que quisiera despertar, recuerdo nuestra vida, desde aquella inolvidable
excursión a la nieve en las tierras de Segovia, donde nos conocimos, hasta los
recientes y tristes días en los que la perdí irremediablemente. Y allí,
mirando su nombre impreso en la
esquela grapada en el yeso, o
buscándola otras veces en el azul del
cielo que envuelve aquel doloroso lugar, reflexiono sin consuelo sobre la vida y la muerte.
Siempre deseo comunicarle algo, decirle lo
que la añoro y la quiero, como si ella
me pudiese oír e incluso ver; y así, estas
visitas en el ocaso de las tardes, parecen causarme un cierto consuelo y desahogo en mi dolor; aunque, bien
sé, que el cuerpo allí yace y es imposible poder activar alguno de sus sentidos
muertos, pues ella, sus órganos, su piel, o su cerebro se apagaron para siempre
el día 19 de diciembre de 2019, cuando todavía la tenía entre mis brazos
animándola a despertar de su último desmayo, ─que fue una parada
cardio-respiratoria por pura debilidad tras tres semanas sin comer y apenas
beber─, y que tampoco los médicos y otros expertos pudieron despertarla de aquel
último sueño de eternidad.
(Fotograma tomavistas S-8) De la excursión donde nos conocimos. |
Cuántas veces he creído y también he dudado si es posible que tantísimas personas que yacen allí, pudieran seguir existiendo espiritualmente cerca de los que vivimos, en aquel mismo lugar donde permanecen sus cuerpos, o lejos, en otros sitios, tal vez en otra dimensión, Universo, Paraíso, Cielo, o Limbo.
Las religiones quieren salvar esos crueles
pensamientos negativos o dudas, y nos enseñan y ayudan con sus verdades y
promesas que sólo se mantienen y transmiten por medio de la fe.
Sé que
su querido cuerpo yace aquí; pero su alma, su espíritu, esa parte intangible que, desde niños, nos enseñaron su existencia nuestros mayores: padres, maestros y
sacerdotes, ¿dónde está ahora?
Aunque,
enseguida contestemos igual que le decimos a los nietos cuando nos preguntan lo
mismo:
─¡Está en el Cielo!
Pero
también... ¿Cerca de nosotros? ¿Cerca de quienes la amamos y respetamos? ¿Visitando los
lugares felices de su vida terrenal? ¿Más allá de las estrellas, con Dios? …
¡Seguro, sí que está en nuestra mente y en nuestro corazón cada vez
que la recordamos “a todas horas”, todos los días!
Carmen en la excursión donde nos conocimos. |
Alguna vez, aunque pasen siglos y siglos, los
científicos podrán demostrar que esa parte espiritual, inmaterial, de energía existente
en nosotros mismos y que llamamos alma o espíritu, tiene que tener una conexión
desconocida con nuestros pensamientos, con nuestras células y sus ínfimas
partículas, con sus moléculas y átomos. Y existirá una explicación científica
del desprendimiento o expulsión al exterior del cuerpo de esa parte espiritual o alma, de esa energía
inmersa en las células humanas, como almacenada en pensamientos y sentimientos
vividos, y que, una vez muertas las células, esa energía o alma, invisible e inmaterial, se desprende del
cuerpo hacia el infinito, como surgen y salen los pensamientos de la mente. Tal
vez, tenga que ver con el electromagnetismo, la luz… la física cuántica, o la química, aunque ahora no tengamos nada más
que la fe para imaginarlo.
De nuestra boda, el 12 de agosto de 1978. |
No ceso de pensar en ella, y desearía saber
más de su paz inmensa, de su luz y contemplación celestial y divina; saber si
puede estar algún instante junto a cualquier familiar que la recuerde y la quiera; si puede visitar o permanecer
ocasionalmente en los habitáculos en donde fue inmensamente feliz alguna vez; si
acompaña espiritualmente a sus hijos,
Toñi, Adolfo y Fuensanta en el trabajo o en sus hogares; lo mismo que a sus nietos, Carmen, Juan y Lucía. Y
poder creer que está algunas veces junto
a mí, su esposo y compañero, que tanto la quise y la quiero, animándome mentalmente
en mi vida con su optimismo y alegría.
Deseo que esté espiritualmente muy cerca,
aunque nunca la oiga, ni la vea.¡ Yo, al
menos, así necesito creerlo! ¡Pensar que
también puede estar a mi lado, que me ve y escucha, y dulcifica mi vida y mis
pensamientos!
Así, siempre podré hablarle con la voz o con
la mente. ¡Así me sentiré mucho mejor!
Me consolaré en esta autodefensa de mi propio cerebro y, seguramente, ella pueda
venir a mí alguna vez en los dulces sueños,
acompañándome en mis largas noches, pudiendo verla en la mente, tocando mis pensamientos su
imagen fugaz con el amor y el respeto que siempre le tuve. ¡Y seré muy feliz de nuevo, soñando ensimismado con ella; y tan enamorado como siempre lo estuve,
lo estoy y lo estaré!... Escuchando el melodioso susurro de sus sagrados
labios, volviendo a decirme aquel bello ¡Te quiero!
ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA
Tus palabras son puro sentimiento y emanan de lo más hondo de tu corazón. La vida es, a veces muy cruel, pero nunca dejes de soñar ...
ResponderEliminarUn abrazo.
Descanse en paz .
ResponderEliminarMucho ánimo en estos días tan dolorosos para toda la familia. El tiempo mitiga este dolor tan intenso. Carmen vive en todos vosotros, su presencia está en sus hijos, nietos y en todos los que hemos compartido con ella algún instante de su bondad.
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