viernes, 3 de enero de 2025

 

                       CONFIDENCIAS DE MADRUGADA

A estas altas horas de la madrugada, el silencio apacible de nuestra casa sólo es rítmicamente rasgado por los vaivenes del viejo péndulo del reloj colgado en la pared del segundo portal. Con este bohemio rumor ambiental y algunas campanadas que, de vez en cuando, en sus horas, van marcando el lento paso de la noche, me he puesto a escribir algo, sin saber muy bien qué, pero debiendo hacerlo porque así lo siento ahora mismo.

   Debía estar durmiendo, pero un anhelo interior, un fuerte deseo, me ha incitado a transmitir algo de lo que pensaba y estoy pensando en la soledad de la madrugada. Algo que plasmar con las teclas de la ya clásica y nueva máquina de escribir, la mágica creadora de palabras: es decir, mi viejo ordenador.

  Me venían a mi memoria los recientes momentos familiares de estos días navideños, donde, a pesar de todo, seguimos cumpliendo  la ancestral tradición de celebrar esta bonita fiesta religiosa con la familia, superando y vencido todas las posibles perezas, penas acumuladas y desganas de diversión que pudiera sentir nuestro corazón; puesto que por estos días, recordamos más aún  a quienes nos faltan y jamás volverán.

   Pero, ¿Quiénes seríamos capaces de negar a nuestros hijos y especialmente a nuestros revoltosos y preciosos nietos, la dicha de sentir el mensaje de la Navidad, la ilusión de los regalos de Papá Noel o de los Reyes Magos, las buenas voluntades de sus mayores en las clásicas cenas familiares, y los brindis por un Feliz Año Nuevo?

   Y nos reunimos todos como familia en casa de unos u otros abuelos para sentir más íntimamente la Navidad, mostrando a los nietos  nuestra mejor cara risueña, mordiéndonos las penas disimuladamente, como ya hicieron a su vez, dándonos ejemplo, nuestros padres y abuelos. Así debe ser, como así fue siempre.

   En nuestra casa, la casa de Carmen y mía, de nuestros hijos y nietos, nos tocaba estar y comer todos juntos  el día de Navidad, y también en la  Nochevieja.  Y es muy hermoso y gratificante pensar que,  de aquel primer origen de esta hermosa familia que empezamos Carmen y yo, tras nuestra boda en 1978, hoy, es numerosa, y nos hemos podido reunir  hasta catorce. Ella, Carmen, fue el origen imprescindible, el crisol fuerte y sereno donde se fundieron personas tan maravillosas como nuestros hijos y nietos; y aunque ahora, desde el año 2019, ella nos falta físicamente, está espiritualmente siempre presente en la mente y corazón de todos. Como también están las fotografías de su atractivo rostro repartidas por las paredes de la casa, presidiendo gráficamente todo lo que hemos realizado en familia: la grata comida o cena de cada momento;  los instantes de ocio, juegos de mesa y televisión; los ratos de paz, sueño y silencio, como puede ser este, en el que escribo; teniéndola siempre cercana, imaginada y soñada; reina de nuestros pensamientos y recuerdos; siempre cariñosa, sonriente, dulce e inolvidable.

Adolfo Martínez García


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  MAGNÍFICA GRAN GALA LÍRICA Ayer, sábado, día 4 de enero, tuvimos la dicha y privilegio de asistir a la Gran Gala Lírica protagonizada po...