19 de Diciembre
( Este domingo día 19 de diciembre, hace ya
dos años que murió Carmen, mi esposa. Ni por un momento he dejado de
recordarla. Pensando y escribiendo, siempre la tengo presente. Y ella es, cada día, de nuevo, el centro de todos mis
pensamientos. Con ese propósito recordatorio le estoy escribiendo otro libro,
que es una novela, de cuyo Prólogo adelanto a continuación unos fragmentos).
PRÓLOGO
A MI NOVELA “A TRAVÉS DE LOS SUEÑOS”
“ Cuando perdí para siempre al ser más querido, a Carmen, mi esposa, que me
había acompañado en la vida durante más de cuarenta años, con la que fui tan
feliz, disfrutando plenamente de nuestros hijos y nietos maravillosos, sentí un
brutal desconsuelo, dolor anímico, soledad y gigantesca desesperación que, a pesar del paso de los años, todavía
perduran en mi vida.
Casi constantemente, recordando la muerte
de Carmen, me parece estar inmerso en una horrible pesadilla de la que quisiera despertar, pero no puedo. La
realidad, a veces, resulta una prisión cruel de la que no se puede escapar.
Nada pude hacer que remediase la
inesperada pérdida de mi mujer. Y la muerte, parece haberse llevado con ella la mitad de mi
propia persona, de mi ánimo, de mis proyectos, de mis ansias de crear y amar.
Mis sentimientos se quedaron en el pasado con Carmen, y ahora, en el presente, siento profundamente
un insondable vacío y desasosiego.
En un instante, ella, mi atractiva,
bondadosa y sonriente esposa, sin sospecharlo siquiera, pasó de estar viva a
estar muerta. El desconcierto reinante en la familia, el paso de la gente con
sus condolencias, la rapidez en el transcurso de los hechos de aquel día, la
inmediata llegada del siguiente para
darle sepultura, me envolvieron y
velaron la mente como si estuviera soñando una irreal pesadilla, haciendo que viviera esas tristes horas con
un cierto atolondramiento, sin ser totalmente consciente del verdadero significado
de la tragedia. Pero, con el posterior transcurso de los días, cada vez
siento más su falta, y me resulta mucho más desarraigada la vida.
Como ya no la puedo ver más, la sigo
imaginando y amando en los recuerdos. Por mi mente vuelven las escenas hermosas
en su compañía: de aquella excursión donde nos conocimos, de la incipiente
amistad y noviez inolvidable, de nuestra
boda, de los hijos cuando eran pequeños, adolescentes o adultos, de los
nietos, del sublime amor que vivimos en
nuestro matrimonio, de nuestros
sencillos y breves viajes, charlas y paseos… siempre los dos juntos y
enamorados.
Recuerdo las palabras que escribió en el
siglo XIX el poeta inglés William Wordsworth,
en “Oda a la inmortalidad”, y que había rememorado la guapa actriz
Natalie Wood en la película “Esplendor en la hierba”:
“Aunque ya nada pueda devolvernos la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste en los recuerdos.”
Y quiero asimilar su significado consolador
en nuestra bella historia, ahora llena de recuerdos. Pues,
he perdido a Carmen para siempre; pero
puedo seguir pensando en ella, en sus virtudes, su alegría y optimismo, los
días y años maravillosos que vivimos juntos, porque, casi todo aquel pasado
lleno de belleza, puede volver a emerger en los recuerdos.
Y además de todos esos recuerdos reales y
vividos, yo imagino nuevos capítulos con
mi esposa, nuevas vivencias emocionantes, espirituales, atrevidas y
consoladoras, escribiendo una novela, una novela especial en la que todo puede
suceder.
En esta novela, se mezclan los hechos irreales
con los reales, los deseos imaginativos de unos tiempos venideros con increíbles adelantos y descubrimientos
científicos, venciendo ya las terribles enfermedades que asolan y diezman al
ser humano. Y se entremezclan con recuerdos y hechos familiares, reales,
ciertos, del pasado y del presente.
En algunos capítulos no está Carmen, porque son
recuerdos autobiográficos, surgidos de sueños del subconsciente que pertenecen
a épocas anteriores a nuestro primer encuentro y enamoramiento, (ocurrido el
día 25 de abril del año 1976, cuando los dos
coincidimos en una excursión a las montañas nevadas de Segovia).
Escribiendo y releyendo la novela, disfruto muchísimo, y me ayuda a imaginar la dulce presencia espiritual de Carmen entre
nuestra familia; aunque también, varias veces,
la emoción y las lágrimas me han vuelto a sorprender en algunos
capítulos".
Adolfo Martínez García
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