viernes, 17 de diciembre de 2021

 

                                              19 de Diciembre           

( Este domingo día 19 de diciembre, hace ya dos años que murió Carmen, mi esposa. Ni por un momento he dejado de recordarla. Pensando y escribiendo, siempre la tengo presente. Y ella  es, cada día, de nuevo, el centro de todos mis pensamientos. Con ese propósito recordatorio le estoy escribiendo otro libro, que es una novela, de cuyo Prólogo adelanto  a continuación unos fragmentos).

PRÓLOGO A MI NOVELA “A TRAVÉS DE LOS SUEÑOS”

  “ Cuando perdí para siempre al  ser más querido, a Carmen, mi esposa, que me había acompañado en la vida durante más de cuarenta años, con la que fui tan feliz, disfrutando plenamente de nuestros hijos y nietos maravillosos, sentí un brutal desconsuelo, dolor anímico, soledad y gigantesca desesperación que,  a pesar del paso de los años, todavía perduran en mi vida.

     Casi constantemente, recordando la muerte de Carmen, me parece estar inmerso en una horrible pesadilla de la que  quisiera despertar, pero no puedo. La realidad, a veces, resulta una prisión cruel de la que no se puede escapar. Nada  pude hacer que remediase la inesperada pérdida de mi mujer. Y la muerte, parece  haberse llevado con ella la mitad de mi propia persona, de mi ánimo, de mis proyectos, de mis ansias de crear y amar. Mis sentimientos se quedaron en el pasado con Carmen, y  ahora, en el presente, siento profundamente un insondable vacío y desasosiego.

    En un instante, ella, mi atractiva, bondadosa y sonriente esposa, sin sospecharlo siquiera, pasó de estar viva a estar muerta. El desconcierto reinante en la familia, el paso de la gente con sus condolencias, la rapidez en el transcurso de los hechos de aquel día, la inmediata  llegada del siguiente para darle sepultura, me envolvieron  y velaron la mente como si estuviera soñando una irreal pesadilla,  haciendo que viviera esas tristes horas con un cierto atolondramiento, sin ser totalmente consciente del verdadero significado de la tragedia. Pero, con el posterior transcurso de los días, cada vez siento  más su falta, y  me resulta mucho más desarraigada la vida.

   Como ya no la puedo ver más, la sigo imaginando y amando en los recuerdos. Por mi mente vuelven las escenas hermosas en su compañía: de aquella excursión donde nos conocimos, de la incipiente amistad y noviez inolvidable, de nuestra  boda, de los hijos cuando eran pequeños, adolescentes o adultos, de los nietos, del  sublime amor que vivimos en nuestro matrimonio,  de nuestros sencillos y breves viajes, charlas y paseos… siempre los dos juntos y enamorados. 

   Recuerdo las palabras que escribió en el siglo XIX el poeta inglés William Wordsworth,  en “Oda a la inmortalidad”, y que había rememorado la guapa actriz Natalie Wood en la película “Esplendor en la hierba”:

   “Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en los recuerdos.”

    Y quiero asimilar su significado consolador  en nuestra  bella historia, ahora llena de recuerdos. Pues, he perdido  a Carmen para siempre; pero puedo seguir pensando en ella, en sus virtudes, su alegría y optimismo, los días y años maravillosos que vivimos juntos, porque, casi todo aquel pasado lleno de belleza, puede volver a emerger en los recuerdos.

    Y además de todos esos recuerdos reales y vividos, yo  imagino nuevos capítulos con mi esposa, nuevas vivencias emocionantes, espirituales, atrevidas y consoladoras, escribiendo una novela, una novela especial en la que todo puede suceder.

   En esta novela, se mezclan los hechos irreales con los reales, los deseos imaginativos de unos tiempos venideros con  increíbles adelantos y descubrimientos científicos, venciendo ya las terribles enfermedades que asolan y diezman al ser humano. Y se entremezclan  con  recuerdos y hechos familiares, reales, ciertos, del pasado y del presente.

   En algunos capítulos no está Carmen, porque son recuerdos autobiográficos, surgidos de sueños del subconsciente que   pertenecen a épocas anteriores a nuestro primer encuentro y enamoramiento, (ocurrido el día 25 de abril del año 1976, cuando los dos  coincidimos en una excursión a las montañas nevadas de Segovia).

   Escribiendo y releyendo la novela,  disfruto muchísimo, y me ayuda a imaginar  la dulce presencia espiritual de Carmen entre nuestra familia; aunque también, varias veces,  la emoción y las lágrimas me han vuelto a sorprender en algunos capítulos".

                                                  Adolfo Martínez García


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