DE
LAS PALABRAS EN VERSOS
Seguramente, muchas de las personas jóvenes que estudiaron Lengua y Literatura, bien en la E.G.B, en el bachillerato, la
E.S.O., o bien en estudios superiores, se habrán animado a crear una poesía alguna
vez, tomando como modelo y ejemplo las famosas y clásicas que se les mostraban en los libros oficiales de
aquellos cursos que estudiaban, aprendiendo lo que era un cuarteto, una
décima, un romance, una octava real … un soneto.
Y, sin sentirse
ni creerse poetas, solamente por probar, empezarían a componer un poema propio, por
ejemplo el mencionado soneto, comprobando que no resultaba tan fácil crearlo; pues
había que tener en cuenta el número de versos, el número de sílabas de cada
verso, las acentuaciones, la rima… y, además, que la creación tuviera un cierto
sentido y unidad de pensamiento, sin que resultara un poema forzado y poco
natural.
En ciertas
situaciones especiales de la vida, algunas
personas pueden necesitar transmitir sus sentimientos: alegría,
tristeza, amor, sutilezas, añoranzas…clamando al mundo que les rodea aquello
que sus mentes guardan cautelosas y sus corazones dictan apasionados. Y al desear expresarse con
los versos de un poema tradicional y clásico en rima y métrica, volverán a recordar
y aplicar los conceptos asimilados en los años de jóvenes estudiantes; y se
encontrarán algunas dificultades, pues costará cierto esfuerzo “hilvanar”
acertadamente las palabras y conseguir crear con facilidad dicho poema.
Personalmente, siendo muy joven, casi terminando el
bachillerato, e influenciado por los textos que estudiábamos y por el profesor
de literatura don Antonio de Toro Gómez, intenté varias veces escribir alguna
poesía, como un romance, que era más fácil; también lo intenté con sonetos,
encontrando más dificultades.
En
general, como estudiante entonces, expresar los sentimientos con los versos de
un soneto era más complicado. Para darle
ritmo y musicalidad a los versos (que debían ser todos endecasílabos) debían llevar su énfasis y acentuación en
determinadas sílabas siempre; si un verso tenía diez sílabas y la última palabra de ese verso era aguda, se
contaba una sílaba más, total once; pero
si era esdrújula la última palabra, aunque el verso tuviera doce sílabas, se
contaba una menos; podían formarse las
sinalefas que se pudieran, afectando al número final de sílabas a contar en el
verso; etc. etc. En fín, que resultaba
algo complicado, y no era igual hacer bien un romance que un soneto; en este se
requería dedicarle bastante más tiempo y
paciencia, probando una y otra vez,
hasta conseguirlo.
Podría decirse
familiarmente que era y es un trabajo paciente de “artesano literario”, de
buscador de palabras y énfasis, de
probanzas poéticas ajustadas y tiempos ilimitados.
Todavía, aunque
no nos consideremos poetas, siempre merecerá la pena esforzarse en crear algún
poema dedicándole el tiempo y paciencia que se necesite, especialmente si el poema es para una mujer: como para Carmen, que hará casi seis años que se nos marchó. ¡Aquella compañera, amiga, novia
y esposa, madre buena y abuela querida! que nos dio todo su amor y tanto la
echamos de menos. Aunque la imaginamos
cercana, a nuestro lado entre miles de recuerdos, sintiéndonos menos solos si
pensamos con ilusión que, tal vez, nos pueda leer, ver y escuchar desde su
Cielo, con sus atributos divinos como ser espiritual de luz y alma angelical de eternidad.
Adolfo Martínez García
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