jueves, 2 de octubre de 2025

 

             DE LAS PALABRAS EN VERSOS

Seguramente, muchas de las personas  jóvenes  que estudiaron Lengua y Literatura,  bien en la E.G.B, en el bachillerato, la E.S.O., o bien en estudios superiores, se habrán animado a crear una poesía alguna vez, tomando como modelo y ejemplo las famosas y clásicas  que se les mostraban en los libros oficiales de aquellos cursos que estudiaban,  aprendiendo lo que era un cuarteto, una décima, un romance, una octava real … un soneto.  


   Y, sin sentirse ni creerse poetas, solamente por probar,  empezarían a componer un poema propio, por ejemplo el mencionado soneto, comprobando que no resultaba tan fácil crearlo; pues había que tener en cuenta el número de versos, el número de sílabas de cada verso, las acentuaciones, la rima… y, además, que la creación tuviera un cierto sentido y unidad de pensamiento, sin que resultara un poema forzado y poco natural.

   En ciertas situaciones especiales de la vida, algunas  personas pueden necesitar transmitir sus sentimientos: alegría, tristeza, amor, sutilezas, añoranzas…clamando al mundo que les rodea aquello que sus mentes guardan cautelosas y sus  corazones  dictan apasionados. Y al desear expresarse con los versos de un poema tradicional y clásico en rima y métrica, volverán a recordar y aplicar los conceptos asimilados en los años de jóvenes estudiantes; y se encontrarán algunas dificultades, pues costará cierto esfuerzo “hilvanar” acertadamente las palabras y conseguir crear con facilidad dicho poema.

   Personalmente,  siendo muy joven, casi terminando el bachillerato, e influenciado por los textos que estudiábamos y por el profesor de literatura don Antonio de Toro Gómez, intenté varias veces escribir alguna poesía, como un romance, que era más fácil; también lo intenté con sonetos, encontrando más dificultades.

   En general, como estudiante entonces, expresar los sentimientos con los versos de un soneto era más complicado.  Para darle ritmo y musicalidad a los versos (que debían ser  todos endecasílabos)  debían llevar su énfasis y acentuación en determinadas sílabas siempre; si un verso tenía diez sílabas y  la última palabra de ese verso era aguda, se contaba una sílaba más, total once;  pero si era esdrújula la última palabra, aunque el verso tuviera doce sílabas, se contaba una menos;  podían formarse las sinalefas que se pudieran, afectando al número final de sílabas a contar en el verso; etc. etc.  En fín, que resultaba algo complicado, y no era igual hacer bien un romance que un soneto; en este se requería dedicarle  bastante más tiempo y paciencia, probando una y otra vez,  hasta conseguirlo.

   Podría decirse familiarmente que era y es un trabajo paciente de “artesano literario”, de buscador de palabras y énfasis, de  probanzas poéticas ajustadas y tiempos ilimitados.

   Todavía, aunque no nos consideremos poetas, siempre merecerá la pena esforzarse en crear algún poema dedicándole el tiempo y paciencia que se necesite,  especialmente si el poema es para una mujer:  como para Carmen, que hará casi seis años que  se nos marchó. ¡Aquella compañera, amiga, novia y esposa, madre buena y abuela querida! que nos dio todo su amor y tanto la echamos de menos.  Aunque la imaginamos cercana, a nuestro lado entre miles de recuerdos, sintiéndonos menos solos si pensamos con ilusión que, tal vez, nos pueda leer, ver y escuchar desde su Cielo, con sus atributos divinos como ser espiritual de luz  y alma angelical de eternidad.

Adolfo Martínez García

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