LOS NOMBRES DE LOS DESCENDIENTES
Es una tradición bastante arraigada en las familias españolas, volver a poner a los hijos los nombres de progenitores significativos de su rama genealógica, ( padres, abuelos, bisabuelos...). Y siempre suele haber quienes sigan, más o menos, esa vieja tradición ante la duda de no saber cuál nombre ponerle al nuevo hijo; pero también es verdad que hay quienes no quieren seguir esa costumbre y eligen libre y caprichosamente el que les apetece.
Me llamo Adolfo, como se llamaba mi abuelo paterno, y así se llama también mi hijo. (Fue mi mujer, Carmen, quien eligió ese nombre, y la verdad, me gustó mucho ese detalle). En la familia de mi mujer, el nombre más peculiar y repetido en las diversas ramas familiares, es Ernesto. Todas las ramas tienen un Ernesto. Detrás de ellos, seguro que se arrastra una bonita y peculiar historia.
El repetir un determinado nombre familiar, transmitiéndolo de padres a hijos, es muy importante para perpetuar sus recuerdos. Yo, estoy contento con mi nombre, que a su vez, recuerda el de mi abuelo y el de mi hijo.
Mi mujer, eminentemente familiar, cariñosa y lista, supo satisfacer los deseos de mi familia y los de la suya, poniendo a nuestros hijos los nombres que su conciencia le dictó sabiamente: los de nuestras madres respectivas y el mío. No quiso salirse de los de las familias, y siguió la tradición ancestral de sus mayores. ¡Dios la bendiga!
ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA
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