EMOTIVO
RECUERDO CON UN CENTRO DE FLORES
Ayer, sábado 19 de
junio, cuando llegaba a recordar tantas cosas con Carmen, una buena amiga suya
de La Gineta, Consuelo, salió a mi encuentro preguntándome si la conocía con la
mascarilla puesta. La había traído su hijo para ponerle a su amiga del alma un hermoso
centro de flores naturales.
La emoción se reflejaba en su rostro. Cuando se informó por José, el sepulturero, en qué lugar estaba Carmen para dejarle las flores, él la acompañó y le dijo que si yo no había llegado aún esa tarde, no tardaría mucho en llegar. Se habían pasado ya las seis y media cuando enseguida aparecí por la puerta. Esa misma fecha, 19 de mes, fue cuando Carmen murió, hacía ya un año y seis meses y, a Consuelo, una de sus grandes amigas de juventud, no se le había olvidado.
También mis ojos se llenaron de agua y mi
mente recorrió en un instante momentos pretéritos que pertenecían a una noviez
envidiable y lejana, aunque ahora la sentía muy cerca. Consuelo estuvo con
Carmen la víspera de nuestra boda, cuando por la noche, con varios amigos que
me acompañaron, cantamos a Carmen desde la calle, en la ventana de su
dormitorio. Allí, las dos amigas escucharon la ronda de una improvisada tuna
enamorada. Y más tarde todavía, volví yo solo con la guitarra a rondar a mi futura
esposa, tañendo viejos arpegios y melodías en solitario, como aquella…
Despierta, dulce amor
de mi vida,
despierta si es que te
hayas dormida,
escucha mi voz cantar
bajo tu ventana,
con esta canción te
vengo a entregar el alma,
perdona, si interrumpo
tu sueño,
pero no pude más y esta
noche te vengo a decir
¡Te
quiero!
Consuelo no lo había olvidado y fue testigo de
nuestra boda enamorada.
Nos despedimos con la mirada. Subió al coche de su hijo y los vi alejarse. Pasé a mi acostumbrada visita y admiré el centro de flores inmaculadas que su amiga dejó abajo, sin modificar la anterior composición en la lápida. ¡Cuántos pensamientos bonitos, recuerdos imborrables y penas infinitas envolvieron la tarde junto a Ella!
La vida sigue transcurriendo, como si nada hubiera pasado. Los hijos, los nietos, y tantas noticias del mundo siguen su trayectoria. Como debe ser y es natural. Nada se detuvo ni se detiene. Y allí, en un rincón escondido y solitario, yace Ella, recordada y amada, con su diáfana sonrisa cariñosa, como esperando que alguien vaya o vuelva a visitarla un momento. Sólo un momento, que será de vida y de recuerdo.¡Gracias Consuelo!
ADOLFO MARTÍNEZ GARCÍA
Esa es la verdadera amistad, la que trasciende mas allá de la vida, el espacio y el tiempo...
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