INSOMNIO
REBELDE
Desde hace unos días no puedo conciliar bien el sueño. Mi mente no deja de producir escenas,
recuerdos, textos, melodías, … y unos atraen a otros sin cesar, con lo cual,
siempre están circulando por la memoria imágenes y músicas por doquier, y sigo sin
perder la conciencia. Hora tras hora, aunque estoy descansando en la cama
plácidamente, me estoy dando cuenta que no duermo. Y claro,
en los días siguientes, como se vuelve a repetir lo mismo, me siento algo
“bombizo”, como cansado y menos activo.
Antes de tener que ir al médico, sin más
remedio, para que me recete algo apropiado, he procurado utilizar remedios
caseros populares y dispares, como poner una radio con emisiones monótonas;
tomar una infusión de Valeriana; o poner unas dulces melodías relajantes y casi
inaudibles.
Pero cuando probaba con las emisiones
monótonas de la radio, en vez de no hacer caso al palabrerío de fondo y dormirme
por su incesante información, ponía instintivamente atención a lo que se decía porque deseaba
saber lo que pasaba; y cuando tomé la valeriana, parecía hacer su efecto, pero
enseguida desaparecía al tenerme que levantar en algún indispensable y preciso momento;
y ya no podía dormir.
Y, con la música dulce y suave, relajante, escuchando como el goteo de una fuente de agua mientras sonaban los arpegios de un piano
melodioso, en vez de que llegara el sueño ansiado, me venían los recuerdos e
imágenes añoradas de nuestros viajes y estancias al balnerio de Benito, con nuestros hermosos paseos hasta una de las fuentes más alejadas
del recinto. La fuente era grande, de forma redonda, con elevados chorros de
agua en el centro, que la hacían muy llamativa y relajante. Frente a dicha
fuente, Carmen y yo nos solíamos sentar en un banco de madera, y mientras los
chorros del agua acariciaban con sus saltos y caídas nuestros oídos, los ojos
se deleitaban en el paisaje agreste del entorno: Por la izquierda, veíamos las
laderas de los altos cerros transitados por rebaños de ovejas, mientras en el
fondo del valle pasaban veloces algunos vehículos por la carretera de Jaén; a
nuestra derecha, el largo y serpenteante camino que llevaba a Reolid se veía solitario, aunque en otras ocasiones, era transitado casi incesantemente por dialogantes cuadrillas y parejas de residentes en el balneario. Su recorrido discurría entre salvajes cerros llenos
de carrascas y pinos; y al fondo, por encima de la fuente, muy lejos, se
divisaban sobre el difuminado pueblo de Reolid las laderas empinadas de altos
cerros llenas de numerosísimos olivos. (Un año de aquellos, al final del
acostumbrado paseo, quise dibujar del natural el paisaje de la fuente y me
llevé un bloc y bolígrafo para hacer un apunte rápido y fantasioso del momento. Lo he
buscado y me ilustra este artículo).
Mientras estaba escuchando la dulce melodía que hipotéticamente me traería el sueño, y en realidad era todo lo contrario porque me
estaba espabilando, no cesaban de volver los muchísimos momentos preciosos con
Carmen, …sentados frente a aquella fuente final del extenso cercado del balneario, donde
todos los años volvíamos con la misma ilusión, disfrutando de sus aguas,
comidas y paisajes.
¡Cómo iba a poder dormirme con tantos recuerdos!
Mi mente no cesaba de procesar momentos y escenas felices con mi mujer. Y parecía
estar viéndola allí, en el balneario, a mi lado, al atardecer, como cada año.
Acurrucado en la cama y sin dormir, me dieron ganas de evocarla, de llamarla, de solicitar su compañía en la oscuridad del dormitorio. Pero recapacité. Era absurdo. Nadie puede vencer y modificar las leyes del Universo, y un espíritu, un recuerdo, que existe en otra dimensión y mundo imaginario, no puede materializarse y contactar con el mundo real, material y humano. Así que, sólo me resigné a recordarla emocionado. Al menos, su precioso recuerdo me ha inspirado y animado de nuevo para crear este artículo. Y aunque dominado todavía por el insomnio, que seguro será pasajero, he sido de nuevo feliz, volviendo a los momentos inolvidables de nuestros breves viajes y estancias en aquel famoso balneario donde Carmen fue tan dichosa.
Adolfo Martínez García
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