VISITA A LA
RODA EN EL AÑO 1.608
(NARRATIVA HISTÓRICA)
Las riendas del caballo uncido a un pequeño carromato las llevaba el teniente de cura que lo acompañaba en el viaje. Había llegado a La Roda el viernes día
4 de abril de 1608 para comprobar las cuentas de la iglesia parroquial con la advocación del Señor
“San Salvador”, inspeccionando y dando informes de sus capillas, altares,
eclesiásticos existentes, etc.
Comprobó
especialmente los ingresos y gastos que tenía la parroquial, justificándolos
documentalmente el mayordomo de la misma, y regresaba ya a la ciudad de Cuenca después
de una estancia de tres días en esta villa.
Nuestro
protagonista, el doctor don Juan de Macuela, Visitador General en la ciudad y
obispado de Cuenca por su señoría el obispo don Andrés Pacheco, iba recordando
algunos de sus informes dictados al notario de número de La Roda, Francisco
López, que los fue escribiendo en los folios dedicados a esta visita y que se
guardarían en el archivo parroquial.
Era una clásica rutina
de los visitadores llevar un orden preestablecido en la enumeración de las
secciones que inspeccionaban,
escribiendo de igual manera los informes sobre las mismas. Y así, en ese
tradicional orden de relación, había comenzado también el de La Roda dictando
que existían:
“…Un beneficiado curado, el doctor Juan Martínez
Alfaro, natural de la villa de San Clemente y valía de renta en cada un año
setecientos ducados poco más o menos.
Un beneficiado simple, lo tenía y poseía Lucas Zorrilla natural
de la ciudad de Cuenca y valía de renta en cada un año otro tanto…”
Y continuó con otros conocidos elementos que
pertenecían a la iglesia de La Roda: una
prestamera, las diversas capillas… Y luego, como siempre hacía, visitó el Santísimo Sacramento; vio e informó
de las pilas y santos óleos; la plata y
ornamentos; los libros de bautismo, matrimonios, defunciones...; la tabla de
memoriales; las posesiones; división de frutos; eligió de nuevo al mayordomo,
que era el licenciado Juan Martínez, el médico de la villa y uno de sus
regidores; y luego comprobó los ingresos que había tenido la iglesia por muchos
apartados como eran los de: testamentos, deudas de los fieles, de los diezmos
de los rodenses en sus cosechas de trigo, cebada, avena, azafrán, vino, etc.; así
como de sus ganados; de las donaciones y limosnas, capellanías, rompimientos del
suelo para los enterramientos…ascendiendo el total a 157.475 maravedíes.
Después, el mayordomo
presentó todos los descargos que tenía previstos según los tradicionales gastos
efectuados desde la anterior visita hasta el día de San Miguel en el pasado mes
de septiembre, en: cera, aceite,
incienso, ramos, monumentos, subsidios; los salarios del organista y ministril Francisco de Vinuesa y Villarreal,
más los otros dos ministriles Jerónimo García y Martín García; de jabón y de
lavar las ropas; el alquiler de las tinajas para el mosto y el vino, el pan, pagar
las misas a los eclesiásticos, pagar al bordador, al sacristán, también por los
arreglos de chirimías, el pleito con el bordador Luis de Salas, …e incluso los
gastos de abrir una calle para la procesión, y otros muchos más.
Sin embargo, el
mayordomo no se descargó de los pagos efectuados al gran maestro de cantería
que estaba haciendo la torre y había sustituido hacía unos años a Pedro de
Zabala, su suegro, que había estado al cargo de las obras desde 1581.
Seguramente el
mayordomo no presentó el pago de los últimos
salarios del discípulo de Juan de Herrera porque ya los habría presentado
en la anterior visita, o tal vez lo hiciera en la próxima. En cualquier caso el
mayordomo debía justificar esos salarios y gastos de materiales con las
correspondientes cartas de pago fechadas y firmadas; y pudiera ser que no las
tuviera preparadas para esta repentina visita.
De manera que sumaba el descargo del
mayordomo 163.913 mrs. Alcanzando el dicho mayordomo a la fabrica de la iglesia
en 6.438 maravedíes.
El monótono
traqueteo del carromato por el agreste camino manchego fue adormeciendo
lentamente al doctor hasta que, olvidándose de aquellos obsesivos pensamientos
sobre su reciente visita a La Roda,
cerró totalmente los ojos, abandonándose sin pudor a un profundo sueño
bienhechor mientras su joven compañero manejaba con destreza las riendas del
caballo.
ADOLFO
MARTÍNEZ GARCÍA